TNto conocía a María en persona. Sabía de ella por su participación activa en Facebook y poco más. Me sorprendió que aquella mujer que no sobrepasaba la barrera de los 40 necesitase contar su historia sin que hiciera falta preguntarle. Las horas de sufrimiento le habían pasado factura y el espejo de su corazón pidiendo otra oportunidad a la vida se reflejaban en aquel rostro joven. Esbozaba la sonrisa como si acabara de aprender, tenía hijos, le gustaba escribir y se alegraba de haber recuperado una vocación que nunca debió perder y que ahora le servía de terapia contra el dolor del tiempo perdido. A medida que iba hablando, fui imaginando las secuencias de aquella etapa que ella quería enterrar para siempre y , por momentos, entendí lo duro que debe ser tener un infierno en casa. "Ya no escucho los gritos, ya se fue", contaba. María era una mujer maltratada y lo escribo en pasado porque, a medida que hablaba, parecía ir curándose de las heridas del alma que le dejó un hombre. Sí, la historia de María no es nueva, pero me devolvió la esperanza de que es posible escapar del túnel, coger otro tren y empezar de nuevo. Por un momento recordé que 54 mujeres han sido asesinadas en lo que va de año y que ella se había salvado. Su ejemplo me sirvió de certeza para amplificar hoy su mensaje a través de estas líneas, porque si otras no lo lograron, María sí lo consiguió. Esta vez, un calvario no tuvo un final amargo. Solo por su lucha contra el miedo merece la admiración de todos. La primera ya la tiene. Como para el resto de mujeres que sufren en silencio.