Una ausencia y una presencia marcaron ayer el funeral solemne por el alma de la infanta Beatriz de Borbón. La ausencia estuvo protagonizada por Jaime de Marichalar, duque de Lugo, y la presencia, por Ana García Obregón, actriz y presentadora de televisión.

La infanta Elena, que vendría a ser lo que fue su tía abuela fallecida, ya que ambas eran las hijas mayores del rey, acudió al funeral en compañía de sus hermanos, Felipe y Cristina, y de su cuñado, Iñaki Urdangarín, pero sin su marido. Jaime de Marichalar no estuvo en El Escorial porque se encuentra en Nueva York, a donde regresó la pasada semana con objeto de reiniciar los ejercicios de rehabilitación para recuperar todo lo que sea posible la movilidad de su brazo y pierna, afectadas por el derrame cerebral que el duque de Lugo sufrió hace poco más de un año.

La ausencia de duque viene a alimentar cierta especie que circula por Madrid que insiste en la existencia de un cierto desacuerdo matrimonial. En realidad, la infanta Elena se ha quedado unos días más en Madrid por razones tan plebeyas como las de poder tener unos días para sí misma.

Solucionado el enigma de la ausencia, la cuestión de la presencia no tiene ningún misterio. Cómo se iba a perder Ana García Obregón las fotos a la entrada del monasterio de El Escorial, afectada ella por la pérdida de la abuelita Beatriz. Durante su relación con el conde Alessandro Lecquio, Ana hizo todo lo posible por acercarse a la familia real y desde su ruptura no para de explicar que su hijo es tan Borbón como uno de los pequeños Urdangarín. Ayer se puso de luto y consiguió su propósito.