Dice mi amigo Santos Domínguez que abril es el mes más cruel, este año fiel a su fama, ha sido el peor de todos, porque se ha llevado a Marina, dejándonos ya sin primavera para siempre.

El miércoles pasado íbamos Mariano, ella y yo a Mérida a la inauguración de la exposición de nuestros buenos amigos Luis y Pepe. El cielo amenazaba tormenta, y nos llovió a cántaros, como presagio de las lágrimas que íbamos a verter tan pronto. Dentro del coche, nosotros desafiábamos temporales y charlábamos sin parar, Marina con su generosidad hospitalaria hacía planes para el mes de mayo, paseos, cafelitos, barbacoas, excursiones con María y Vicente, todo lo que se le ocurría para aliviar mi tristeza, que es la misma de Mariano ahora. Su último noveleo era la adquisición de un incensario, como los que llevan en las procesiones, para perfumar su casa. Mariano y yo nos reíamos, porque éramos conscientes de que ella no necesitaba de ningún artilugio para perfumar todo lo que tocaba, era la fragancia misma. Cómo se puede ser tan elegante y tan sin artificio, tan frágil y tan firme como una roca, tan dulce y tan picante, tan brillante y tan cercana. Era un pajarito inquieto, al que nada le era ajeno, curiosa, sensible, acogedora y tan hermosa por dentro y por fuera que nos hechizaba a todos. En su territorio bien delimitado, un espacio ancho como su corazón para Mariano, su arte, su familia y sus afortunados amigos.

Para ti Marina, y para siempre, toda la arena de las playas, las estrellas del firmamento, el agüita clara del río, y los metales, el coral, las perlas, las caracolas y los planetas todos. Vuela feliz Marina, pajarito inquieto, mientras los que nunca te olvidaremos, tejemos con el alma una manta de cariño, para darle calorcito a Mariano en este invierno helado, que se coló como un ladrón en pleno mes de abril.

Vuela feliz Marina, pajarito inquieto, en tu eterna primavera.

Blanca E. Martínez Moreno