Pese a su avanzada edad --81 años-- y su maltrecha salud --padece párkinson--, el cardenal emérito Carlo Maria Martini no renuncia a seguir siendo la conciencia crítica de la Iglesia católica. Y esa vocación es la que ha llevado al popular exarzobispo de Milán, que durante años alimentó las esperanzas de los fieles progresistas que le veían como el mejor candidato a Papa, a aprovechar unos ejercicios espirituales en el noviciado jesuita de Galloro (cerca de Roma) para denunciar con contundencia los pecados que más abundan entre el clero: a saber, la soberbia, la envidia y la calumnia.

Recién llegado de una visita a Jerusalén, Martini se sirvió de la carta de san Pablo a los romanos para reflexionar sobre el pecado. Pero en lugar de señalar hacia fuera de la Iglesia, como es habitual, prefirió centrar su disertación en los vicios que considera más arraigados entre los clérigos. En cabeza, aseguró, figura el pecado capital de la envidia, "el vicio clerical por excelencia". Dentro de la comunidad eclesiástica, señaló, "hay muchas personas consumidas por la envidia que se preguntan: ¿Qué mal he cometido para que nombren obispo a tal persona y no a mí?".

Como consecuencia de ese sentimiento, señaló, hay clérigos que optan por la calumnia. Martini no tuvo empacho en airear que a las diócesis llegan muchas "cartas anónimas" en las que se habla mal de algunos de sus miembros, y relató que cuando era arzobispo de Milán dio la orden de que se destruyeran todas las que llegaban sin remite, "la mayoría escritas en Roma".

CONRA EL "CARRERISMO" El purpurado también arremetió contra el "carrerismo" que abunda en en seno de la Iglesia y, especialmente, en la curia romana, "donde todos quieren ser más". A ese respecto, denunció que con el propósito de ascender en el escalafón, "ciertas cosas no se dicen, ya que se sabe que bloquean la carrera". Apuntó que de esa manera a menudo los clérigos silencian la verdad y prefieren, en cambio, "decir lo que gusta al superior y actuar según como cada uno se imagina que gustaría al superior". "Un mal gravísimo para la Iglesia", agregó, con el que se "hace un flaco servicio al Papa". Pese a la distancia ideológica que le separa de Benedicto XVI, el cardenal lo citó tres o cuatro veces en tono afectuoso y de elogio.

En una larga intervención dirigida especialmente a los sacerdotes jóvenes y de la que dio ayer cuenta el diario milanés La Repubblica , el cardenal denostó también el pecado capital de la soberbia, cuyo arraigo entre el clero de nuestros días, indicó, "es grande".