El cuerpo sin vida de la dama de las letras de Extremadura, Dulces Chacón, fue incinerado ayer en el cementerio de la Nuestra Señora de la Almudena de Madrid. Familiares, amigos y gentes anónimas, más de 300 personas, acudieron para dar su último adiós a la escritora, que falleció el pasado 3 de diciembre a los 49 años, a consecuencia de un cáncer de páncreas.

"Sólo nos acostumbramos a nuestra propia muerte cuando llega, pero nunca nos acostumbramos a la muerte de los demás, por más que se repitan", afirmaba el extremeño Luis Pastor, que homenajeó a la escritora en el teatro López de Ayala de Badajoz la noche anterior en el concierto Para la libertad 1978. Desde la libertad 2003 .

Pasadas las dos de la tarde llegaba el coche fúnebre con los restos de Dulce Chacón, que fueron incinerados de forma inmediata. Su madre, que portaba una fotografía de la escritora en la que se le veía sonriente, no pudo contener las lágrimas. El mismo sentimiento de dolor era compartido por quienes quisieron acompañar a la escritora.

ANONIMOS Abundaban los anónimos, los amigos y los allegados cuyos nombres no ocupan portadas ni las noticias de los informativos, pero que tienen mucho que contar acerca de la autora de La voz dormida , y por ello, tanto adolescentes con las mochilas al hombro como señores mayores con algún recuerdo instalado en la guerra civil --sobre los que Chacón escribió en sus novelas--, se despidieron de ella, informa Efe.

El cineasta Montxo Armendáriz, el escritor Juan Cruz, la cantante Cristina del Valle, el pintor José Hernández o el político Fausto Fernández fueron, entre otros, algunos representantes del mundo de la cultura de nuestro país, que acompañaron ayer a la familia.

No hubo momentos para la palabra, sino para el silencio y el abrazo del que pierde a una amiga de la talla humana de Dulce Chacón, que actualmente gozaba de la madurez literaria y profesional. En el 2002 publicó su última novela, La voz dormida , donde "descubrió la mirada de las mujeres y les dio voz", dijo Juan Cruz. Los llantos sonaban aislados, ya que todos los asistentes guardaron un profundo silencio mientras operarios del cementerio introducían el ataúd en el crematorio. Poco a poco, sosegadamente, la familia y los amigos más cercanos se adentraron para contemplar la incineración. Entretanto, no cesaba el goteo de anónimos que aparecían por La Almudena hasta superar las 300 personas.

Las cenizas de la escritora serán trasladadas próximamente al cementerio de Zafra, su ciudad natal, cuyo ayuntamiento había declarado el viernes dos días de luto por la muerte de la escritora.