En estos días de incertidumbre sobre el coronavirus, uno de los interrogantes que se plantea mucha gente es si la epidemia desaparecerá con la llegada del buen tiempo y la subida de las temperaturas. Los expertos mantienen el debate abierto entre quienes pronostican una disminución de los casos en verano y quienes vaticinan que el aumento de las temperaturas no acabará del todo con el coronavirus SARS-CoV-2, responsable de la actual pandemia.

Jorge Olcina, presidente de la Asociación Española de Geografía (AGE) y responsable del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, defiende esta segunda postura. El catedrático, interpelado por la agencia Efe sobre esta cuestión, sostiene que no hay que tener «la esperanza en la subida de temperaturas que se producirá en primavera», porque esta será progresiva y los valores de temperatura máxima diaria de los meses de abril y mayo no alcanzan umbrales que puedan favorecer la extinción del virus.

El experto manifestó que «no será hasta finales de junio, julio y agosto, es decir ya en verano, cuando se alcancen valores que puedan dañar al virus, especialmente en el sur y centro peninsular» español. Además, hay que tener en cuenta que la subida de temperatura de primavera puede tener un efecto contrario porque en los países mediterráneos, como España, la abundancia de sol y de luz favorece un aumento de las actividades sociales al aire libre, que a su vez equivaldrían a más contactos entre personas.

«Y si para mayo no se ha conseguido un control drástico de los contagios», ha alertado Olcina, «la mayor estabilidad del tiempo atmosférico puede resultar incluso perjudicial». El presidente de la AGE ha recordado que hoy por hoy «tampoco está claro que este virus no aguante temperaturas ambientales altas».

Algunos estudios realizados hasta la fecha sugieren que el patógeno muere a partir de 35 o 40 grados centígrados. Esos valores corresponden para el conjunto de la España peninsular y Baleares a jornadas del centro del verano (mediados de julio a mediados de agosto) o bien a «episodios puntuales» de ola de calor.

En este sentido, el experto argumenta que mientras no haya una vacuna, la prohibición de movimientos y contacto entre personas es la vía más efectiva para frenar el virus.

En la misma línea se pronunció hace unas semanas el epidemiólogo de la Universidad de Harvard, Marc Lipsitch. «Podemos esperar modestos descensos en la incidencia del virus con la llegada de un tiempo más cálido y el cierre de algunas actividades en el hemisferio norte, pero no es razonable esperar que este factor por sí solo logre reducir los contagios de manera destacada», sostenía en un artículo publicado por el Centre for Communicable Disease Dynamics .

El epidemiólogo admitía que el nuevo coronavirus SARS-Cov-2, como otros betacoronavirus, se transmite con más facilidad en invierno que en verano, pero subrayaba que la magnitud de ese cambio «será modesta y no suficiente para parar la transmisión». Lipsitch afirmaba que también se prevén contagios fuera de la época invernal. Y recordaba que, en el 2003, el del SARS no desapareció con el buen tiempo.