TEtl museo más importante del mundo no es el Gugenhein ni el British o el Louvre. No está al final de una gran avenida o en medio de un paseo jalonado de estatuas ni contempla su perfil en el Sena. No sufre la competencia de los centros de interpretación, que salvo raras excepciones son más grandes que lo interpretado y generan más gastos. No tiene un presupuesto millonario y sus adquisiciones provienen de fuentes no muy ortodoxas: niños que juegan en la playa y encuentran una punta de sílex, pescadores u obreros a los que se les aparece Afrodita en mitad de los cimientos. Por no tener, no tiene aún carteles en inglés (solo en árabe), ni folletos de diseño para exposiciones modernísimas, ni salas de conferencias que se coman el presupuesto entero. En realidad, solo tiene una sala, pequeñita y aún no muy bien ordenada, con trescientas piezas, a la espera de que otras, que se prestaron a Ginebra, puedan volver cuando acabe el bloqueo. Desde su terraza las vistas son insuperables: por un lado el Mediterráneo y sus fondos cargados de capiteles náufragos y por otro, el campo de refugiados de Shati. Mientras tomas un té en el antiguo puerto que perteneció a tanta civilización perdida (romanos, griegos, fenicios, otomanos...), puedes reflexionar sobre la nuestra. En medio de la desolación, Jaudat Judary ha abierto un museo que ya han visitado quince mil personas en seis semanas. Si la historia es maestra de la vida, como dice Cicerón , esta sala debería enseñar en qué acaban todas las guerras. El museo más importante del mundo está en Gaza. Es pequeño, pero las gotas minúsculas acaban por horadar las más pesadas piedras.