Andreas Lubitz, el piloto de la compañía Germanwings, filial de bajo coste de Lufthansa, sufría depresión. Fue en diciembre del 2014 cuando el joven alemán comenzó a mostrar síntomas de un episodio depresivo psicótico. Tras el diagnóstico, Lubitz consultó a varios médicos, pero ninguno de ellos alertó a la empresa o a las autoridades aéreas de sus problemas psicológicos. El 24 de marzo del 2015, cuatro meses después del diagnóstico, estrelló de manera voluntaria el avión que copilotaba con 150 personas en su interior. Tan solo dos semanas antes de la catástrofe, un médico privado habría recomendado al piloto alemán ingresar en un hospital psiquiátrico.

Estos son algunos de los datos que reveló ayer el informe final de la BEA (la oficina de investigación y análisis para la seguridad de la aviación civil de Francia) encargada de investigar el siniestro. Según el organismo, el dosier médico de Lubitz confirmó que el joven, de 28 años, sufría depresión. Sin embargo, las "restricciones especiales" que le fueron impuestas no le impedían pilotar un avión comercial.

INFORMACION NO COMUNICADA Ante la dimensión de la catástrofe y con la idea de que el siniestro podría haber sido evitado, la BEA puso sobre la mesa los límites del secreto profesional. Arnaud Desjardins, uno de los expertos encargados de la investigación, recordó en rueda de prensa que "varios médicos privados sabían que Lubitz estaba enfermo" y "esta información no fue comunicada" a ninguna autoridad. Por este motivo, el ente francés plantea la necesidad de "establecer normas claras (...) para saber cuándo es necesario romper el secreto médico".

Lubitz estrelló de manera voluntaria el avión que copilotaba. Lo hizo media hora después del despegue del vuelo entre Barcelona y Düsseldorf, "ajustando de manera intencional las consignas del piloto automático para hacer descender el avión hasta su colisión" en los Alpes franceses. "±Se encontró solo en la cabina de pilotaje" y se negó a abrir la puerta durante el descenso a pesar de la insistencia de la tripulación y "los repetidos golpes a la puerta" de acceso. Todas estas hipótesis del informe inicial de la BEA, realizado en mayo del 2015, han sido confirmadas casi un año después de la tragedia. Lubitz, en tratamiento psicológico desde hacía meses y en baja médica el mismo día del siniestro, premeditó el desastre.

El análisis de las dos cajas negras ha corroborado todas las sospechas. Sin embargo, en su informe final, la BEA abrió un nuevo debate: ¿se podría haber evitado esta catástrofe? Según la fiscalía de Düsseldorf, Lubitz rompió y ocultó a la compañía su baja por enfermedad. Si los médicos privados que lo trataron hubieran dado la voz de alarma, ¿estaríamos ante el mismo escenario? Estas son algunas de las preguntas que deja en el aire el nuevo informe.

REFORZAR CONTROLES El mismo documento, publicado ayer, insta a reforzar los controles médicos y psicológicos de los pilotos para mejorar la seguridad de los aviones. Una recomendación ligada a los antecedentes psicológicos de Lubitz y, sin duda, a la negligencia de las autoridades médicas que no advirtieron, amparados por el secreto médico, de sus problemas psicológicos. En este contexto, el ente francés también recomienda que "las condiciones de control de los pilotos con antecedentes de problemas psicológicos sean definidas en el mismo momento en el que son declarados aptos para volar".

La BEA no es la única institución que recomienda reforzar los controles de los pilotos; la AESA (Agencia Europea de Seguridad Aérea) lo hizo semanas después del siniestro y pidió una base de datos internacional sobre el estado de salud de pilotos y copilotos. Recomendaciones que aún no han sido asumidas por el grueso de compañías.

Pero el ente francés no solo exige medidas de control: también demanda otras de "acompañamiento" para no dejar pasar por alto la "reticencia de los pilotos a declarar sus problemas y a solicitar ayuda médica por miedo a perder su licencia de vuelo". El informe también hace referencia a otra de las polémicas: el sistema de seguridad de las puertas de la cabina, que en los aviones comerciales permanecen siempre cerradas y bloqueadas en el vuelo. La BEA también exige la presencia de dos personas en la cabina en todo momento. Una medida que sí ha sido adoptada por diferentes compañías tras la catástrofe.