TLto poco que sé sobre medicina lo he aprendido después de padecer doscientas o trescientas enfermedades y cargar día a día con un sistema inmunológico al borde del colapso. Pese a no ser experto en la materia, hoy quiero divulgar dos noticias relacionadas con la salud: una buena y una mala. La mala es que los médicos no hacen milagros; la buena es que lo intentan. Cierto que hasta la fecha ninguno de ellos ha conseguido abrir las aguas del Mar Rojo o convertir las piedras en pan, pero hacen algo más interesante: salvar vidas humanas. He visto casos que ponen los pelos de punta. Hablo de gente que ocupaba los últimos días de vida en barnizar su propio ataúd y al final tuvieron la suerte de ver enterrado no su cadáver sino la enfermedad que estaba acabando con ellos. No es algo habitual, pero a veces pasa: recibir un día la extremaunción del sacerdote y a la semana siguiente disponerte a escalar el Himalaya sin botellas de oxígeno.

Los avances en el campo de la medicina son tan notables, que si uno tiene un doctor en 200 km. a la redonda morirse llega a convertirse no en una fatalidad sino en una proeza. Si seguimos a este paso, en un par de generaciones el ciudadano del Primer Mundo va a poder vivir más años que un patriarca bíblico.

Así que hoy les envío mi apoyo a quienes penan por la mala salud de un ser querido. Mi humilde consejo es que nunca arrojen la toalla. Nunca. Los profesionales de la medicina, esos tipos de bata blanca y escritura jeroglífica, se han empeñado en demostrarnos día a día por qué la suya, pese a las dificultades, es la más hermosa de las profesiones. textamentosgmail.com