Desde el jueves, 3.000 metros de alambres con cuchillas coronan los tramos "más sensibles" de la valla exterior que separa Melilla de Marruecos. Desoyendo las críticas de la oposición, de las organizaciones sociales y humanitarias, de la Defensora del Pueblo, del fiscal general e incluso del nuevo portavoz de la Conferencia Episcopal, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, no ha esperado siquiera a que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, estudie el informe que recibió ayer sobre el uso de estas cuchillas o concertinas. Desde el jueves, el millar largo de subsaharianos que esperan agazapados en los campamentos del monte Gurugú tendrán más dificultades para saltar a España. Pero lo seguirán intentando, aún a riesgo de sufrir graves heridas.

Melilla está separada de Marruecos por una doble valla de 12 kilómetros de alambre, cuchillas y mallas antitrepa que hasta ahora se ha demostrado ineficaz para controlar la desesperación de unos hombres y mujeres que huyen del hambre.

Fabricada de alambre y acero, la valla comenzó a levantarse en 1988. Primero fue una sola valla, y finalmente se construyeron dos paralelas de tres metros de altura, que en el 2005 crecieron hasta los seis metros. En el 2007 se añadió un tercer obstáculo, un entramado de cables de acero anclados con estacas que impide el paso tensándose al apoyar peso en él. La valla exterior, más cercana a Marruecos, está inclinada diez grados, y tiene cuchillas en la parte baja.

En el 2007, Zapatero ordenó retirar las cuchillas tras las protestas de las oenegés nacionales e internacionales y las terribles imágenes de inmigrantes con profundos cortes en las manos y las piernas. Pero nunca se retiraron por completo. Se quitaron las de la valla que mira a Melilla, pero se mantuvieron las del primer nivel de la valla exterior.

El nuevo plan de Interior para dificultar los saltos ha consistido en reponer las cuchillas en la parte elevada de la valla exterior, la primera que deben superar los inmigrantes, y en los puntos en los que se han producido los últimos asaltos. "Sabemos que esta medida no les frenará. Se protegerán con mantas y guantes más gruesos para intentar evitar los cortes. El único objetivo es dificultarles el salto y ganar tiempo desde el lado español para intentar impedir que entren en Melilla", explicó ayer a este diario un responsable de la seguridad de la ciudad.

Varias oenegés asegurado que las cuchillas causaron años atrás lesiones tan profundas que más de un inmigrante murió desangrado. Interior lo niega. "Las concertinas nunca han producido muertos, solo heridos leves", dijo un portavoz ministerial que agregó que las alambradas con cuchillas de acero se utilizan en las cárceles "y nadie se ha quejado hasta ahora".

A Rajoy, la polémica le pilló desprevenido el miércoles ante los micrófonos de Radio Nacional, donde llegó a decir sobre las cuchillas: "No sé si pueden producir efectos que afecten a las personas". El presidente no sabía que las nuevas cuchillas ya estaban casi instaladas y dijo que estudiaría el asunto.