TDturante 20 años, al llegar el verano, le compraba los melones a un señor de Aceuchal que estacionaba su camión en una esquina de la playa gallega de Compostela, a un paso de mi casa. Ahora, le sigo comprando los melones a un señor de Aceuchal que aparca su camión a un paso de mi casa, en el barrio de Nuevo Cáceres. Los meloneros de Aceuchal son como los MacDonald´s : están en todas las esquinas estratégicas con su franquicia de cucurbitáceas y ajos gordos.

La primera vez que visité Aceuchal me di cuenta de que allí pasaba algo. Se notaba una actividad inusitada, un espíritu comercial innato simbolizado en naves, camiones, tractores, empresas, almacenes... Tres kilómetros más adelante, en Villalba de los Barros, todo cambiaba: la tierra era la misma, las cosechas no diferían, el clima, los transportes, las carreteras se compartían, pero en Villalba ahorraban y vivían tranquilos, sin aventuras, mientras que en Acecuchal se invertía, se arriesgaba, se ganaba. Esta tierra es así: hay una Extremadura que conserva y se conforma y otra que se remueve inquieta y se aventura. Cuando se habla de los extremeños, el tópico no ha superado todavía la visión de Unamuno y nos dibuja a un señorito altivo y a un jornalero humillado. Yo prefiero pensar en los meloneros de Acecuchal o en los turroneros de Castuera, pioneros de las Dehesas de Santa María , los Hornos de Santa Eulalia , las envasadoras de arroz y de tomate, los Arroyano , los Resti , los Joca , los Carija , los Ruiz Torres , los Alfonso Gallardo y los Ricardo Leal de hoy.

*Periodista