El 24 de julio 2018 se cumplen 25 años del enterramiento en Jaraíz del sacerdote Javier Ciriaco Cirujano Arjona, secuestrado en Colombia el 29 de mayo por la guerrilla, al venir de un selvático caserío de dar la Primera Comunión, apareciendo su cadáver un mes y medio más tarde torturado, apaleado, castrado, con machetazos por todo el cuerpo. la archidiócesis de Cartagena de Indias está iniciando su causa de Beatificación, como símbolo de paz en el proceso de reconciliación de Colombia, tras el cese de la lucha armada. Justo es que también su tierra recuerde a sus ‘héroes’ extremeños-americanos, en éste caso reciente, un testigo de la paz, y no solamente a los hombres armados de hace cinco siglos.

El padre Cirujano, nacido en Jaraíz en 1937, fue un sacerdote diocesano de Plasencia, que, tras ejercer 13 años en Don Benito, marchó en 1964 a Colombia, desarrollando por 30 años su labor pastoral en San Jacinto (Departametnto Bolívar de la Arquidiócesis de Cartagena), en los selváticos Montes de María, donde construyó dos institutos de Secundaria, 5 escuelas y un colegio técnico de música, además de varios templos. Y toda esta inmensa labor educativa, cultural y social la realizó en un ambiente de conflicto armado, de guerra civil, de guerrillas y paramilitares, sirviendo de intermediario pacífico entre las partes, a la vez que condenaba la violencia y reclamaba la paz.

El 29 de mayo de 1993 marchó a caballo a dar Primera Comunión a un caserío semiselvático, a pesar de los consejos de algunos feligreses, que le advirtieron que por allí andaba la guerrilla. Al volver de los servicios religiosos, con varios catequistas, les salieron unos hombres armados, llevándose al padre Javier (así le llamaban, nombre que a sus deseos yo le propusiera y él asumió), porque querían «conversar» con él. Parece que ese mismo día le torturaron y arrojaron su cadáver a una zona pantanosa. Mes y medio más tarde, apareció su cadáver, torturado, apaleado, castrado, con machetazos por todo el cuerpo, masacrado ( da pavor leer su autopsia). En San Jacinto le hicieron un sentido y multitudinario velatorio, acompañándole hasta el aeropuerto de Cartagena de Indias, que transportó su ataúd a Madrid, realizando su entierro en Jaraíz de la Vera un 24 de julio de 1993.

¿Por qué 25 años más tarde se quiere rememorar su cruel asesinato? Para que sirva de signo cristiano de reconciliación en el proceso de Paz en Colombia, y particularmente en los Montes de María, donde consumió 30 años de servicio a los demás y fuera mártir de la paz.

Deseo terminar con la misma frase, con que lo hiciera en su XX Aniversario, en este mismo periódico «Ansiamos, querido Javier Ciriaco, que tu sangre, y la de tantos inocentes, asesinados en la guerra, sea fecunda semilla de justicia y concordia humana».