TLtos periodistas de Mérida no nos hemos recuperado aún de tu pérdida, amigo Rafael. Te has ido por sorpresa, inesperadamente, cuando la ciudad estaba de feria o vacacionaba en la playa. El torno que había en tu pecho cesó de girar, se paró, dejó de latir, porque tú hacías tus figuritas con el corazón, no con esas manos regordetas siempre dispuestas a sumergirse en la húmeda arcilla. Dicen que Dios creó al hombre del barro, y del barro tú parías esas gráciles aldeanas de cántaro y cesta que ya son inmortales en la Creación extremeña --y digo creación con mayúscula-- que ahora se han quedado huérfanas.

Casi ha sido premonitorio que este año, como cada primavera, los periodistas no hayamos organizado y entregado los Premios Bellotinos, esos premios cuyo trofeo, durante toda una década, fueron una obra tuya hecha con humor y amor a propósito de los despropósitos del galardonado, generalmente un político. Tu altruismo y complicidad con nosotros te valió ser nombrado socio de honor por la Asociación de Periodistas Vox Populi, cuyo relevo tomó la Asociación de la Prensa de Mérida. Fuiste el único que hasta ahora ha merecido para los periodistas esa distinción, porque nadie como tú ha colaborado y se ha implicado tanto con nuestro colectivo profesional, y por eso creemos firmemente que te mereces que una calle o plaza de Mérida lleve tu nombre. Nadie mejor que tú para merecerlo, como bien merecida llevabas en el pecho la Medalla de Extremadura.

Cuando me enteré de tu muerte, te imaginé camino del Cielo de los alfareros con un cantarillo en una mano, por si te entra sed, y una Virgen de los Remedios de tu Fregenal de la Sierra querido en la otra, para entregarla allí con devoción y como regalo generoso de toda una vida de trabajo fuera y dentro de Extremadura. Pero la imagen que quiero mantener para siempre en mi memoria es tu presencia en el pabellón de Extremadura de FITUR, en una esquinita, donde siempre se detenían los Reyes para saludarte, siempre rodeado de gentes sencillas, anónimas, que con ojos de asombro miran tus manos modelando en el torno, que gira y gira sin cesar como la vida misma. Hasta siempre, querido amigo.

Máximo Durán Abad

Presidente de la Asociación de la Prensa de Mérida