TUtno está en deuda perpetua con sus maestros: sor Virtudes, don Gonzalo, don Antonio, don Sebas... Sor Encarnación. Mi primer colegio fue las Josefinas de Cáceres, que en los años 60 estaba en el actual hotel Almonte. Un mediodía que nunca he olvidado, llegué a casa con un encargo emocionante: sor Encarnación, mi profesora, acababa de mandarme estudiar, por primera vez, una lección. Resultaba fascinante: podía leer historias y aprendérmelas para siempre, grabar narraciones, vivencias, sentimientos... Sor Encarnación me había descubierto la facultad de la memoria y ella encabeza aquel folio en blanco que el tiempo ha vuelto sepia y ha convertido en nostalgia.

Pasaban los años y la memoria iba haciendo acopio de tesoros: las preposiciones, las ferias de ganado en El Rodeo, el Padrenuestro, el Parador del Carmen, las crónicas de Andrés Sierra en el EXTREMADURA , el cariño de mi tía Elpidia, el nacimiento de mi sexto hermano, el ABC de mi tío Isaías Lucero y el diario Ya de mi abuelo Pedro, La Lora y La Bureba, Betancort, Calpe, De Felipe y Sanchís, la revista Mini 70 , que dirigía Felipe Vela en el Paideuterion, mi primer partido de fútbol en vivo: un Cacereño-Pegaso en la Ciudad Deportiva, el puente de San Francisco con sus palmeras, su verdor, su atmósfera de pueblo y su encanto irrepetible... Todo eso se ha vuelto sepia, nostalgia. Ni tan siquiera las preposiciones y el Padrenuestro son como entonces y hasta el entorno del puente de San Francisco, que parecía inmutable como una virtud teologal, va a convertirse en una rotonda.