El equipo investigador de Atapuerca es hoy un modelo de organización: iluminación eléctrica en algunas cuevas, turnos cronometrados, ordenadores con GPS para ubicar las piezas, clasificación sistemática de todos los hallazgos... Pero no siempre fue así. Hubo una época en que el trabajo tenía mucho de romántico. Los hoy consagrados directores eran sólo unos hippies anónimos armados de vitalidad. De eso hace casi 30 años.

Eudald Carbonell (Ribes de Freser, 1953): "Recuerdo que nos metíamos en la Sima de los Huesos y salíamos cargados con sacos de 30 kilos de piedras. Ibamos medio arrodillados. Así varias veces seguidas".

El susto

José María Bermúdez (Madrid, 1952): "Un día convidamos a que viera el yacimiento la gerente del Museo Nacional de Ciencias Naturales porque, a fin de cuentas, de allí salía parte del dinero con que comprábamos las herramientas. Cuando llegó y vio nuestros míseros destornilladores, casi se muere del susto. Además, nos robaban lo poco que había".

Carbonell y Bermúdez codirigen el yacimiento de Atapuerca desde 1991, junto a Juan Luis Arsuaga, pero llevan ya más de un cuarto de siglo desentrañando los secretos de la sierra burgalesa. Tras varias obras divulgativas sobre las excavaciones, ahora se han embarcado en una obra diferente: en Atapuerca, perdidos en la colina (Destino) no sólo abordan los descubrimientos científicos, sino también el lado más humano de la investigación, las amistades, las juergas, los éxitos, las dificultades de los inicios.

"Cuando llegamos por primera vez a la Sima de los Huesos, hoy famosa, aquello estaba lleno de mierda y meados. No se podía entrar", recuerda Carbonell. "Una vez estuvimos a punto de morir dentro de la cueva. Se estaba acabando el oxígeno y no nos dimos cuenta. Pero eso fue hace mucho. Hoy somos muy profesionales".

Antes fueron unos aventureros insomnes. Carbonell relata sus experiencias con el carburo: "A la gente que le costaba madrugar, después de la noche de juerga, les poníamos carburo debajo de la cama. Cuando quemaba, o te levantabas rápido o te asfixiabas". Bermúdez, hoy con aspecto más serio, era el más gamberro. En Atapuerca ha llegado a nevar en julio. Hace mucho frío, pero los dos codirectores nunca abandonan el pantalón corto. "Nosotros nos preparábamos unos combinados brutales. Uno era el turbo chico-chica, mezcla de vino y alcohol puro", rememora Carbonell. "Vivíamos más asalvajados. Ahora los jóvenes están más civilizados y son más profesionales".