TUtn electricista brasileño moría hace dos años en Londres con siete disparos en la cabeza y uno en el hombro. La oscuridad de su piel le costó la vida cuando fue confundido con un peligrosísimo terrorista. Un año después de la muerte de Jean Charles de Menezes , que era como se llamaba este joven, la agente responsable de la operación era ascendida en su cargo sin que a nadie se le cayera la cara de vergüenza. La fiscalía se ha encargado de exculpar a once de los quince agentes participantes y un tal Blair , que pasó por ser el más inteligente político europeo de los años 90, no se enteró de que sus policías habían matado a un inocente que llevaba la documentación en su cartera. Ahora parece que es un subcomisario el que va a pagar el pato para permitir que homicidas y mentirosos se vayan de rositas.

En la cuna del parlamentarismo democrático se resuelven asuntos como si estuviéramos en una monarquía bananera. Nos rasgamos las vestiduras cuando un varón blanco occidental es víctima de cualquier abuso en el tercer mundo y mandamos desde embajadores a ministros para velar por su integridad. Pero aquí, los buenos de la película del nuevo orden mundial, podemos acribillar a un joven moreno, mentir a la familia y a la opinión pública y saldar el asunto como si Jean Charles se hubiera suicidado por voluntad propia al tener la ocurrencia de correr por el metro de Londres cuando le perseguían unos señores de paisano. Pocas lecciones de democracia y derechos humanos podremos repartir si quienes mataron a Menezes y mintieron sobre su muerte permanecen impunes. javierfigueiredo.blogspot.com