Para África no es su primer confinamiento. Tiene 11 años y pese a su corta edad, ya ha tenido que pasar largas temporadas ‘encerrada’. La última vez hace dos años tras una operación de corazón: 20 días en el hospital Sant Joan de Déu de Barcelona y un mes y medio más en su casa de Montijo.

África padece hernia difragmática congénita, una anomalía en el diafragma que provoca el paso total o parcial de las vísceras abdominales a la cavidad torácica, lo que causa un menor crecimiento pulmonar y de los vasos sanguíneos. Es una enfermedad rara, que le diagnosticaron cuando aún estaba en el vientre de su madre, Almudena Contreras. La operaron poco después de nacer y vivió años «muy delicados», con muchos ingresos y largos periodos en casa, como cuando con 13 meses sufrió una gastroenteritis que derivó en una sepsis. Estuvo un mes en coma y su cerebelo se vio dañado, lo que le afectó al equilibrio y al habla.

África es una «campeona» y superó la adversidad arropada por sus padres y ahora está «muy bien, aunque tiene algunas secuelas», cuenta su madre. La niña no recuerda esos largos periodos de encierro de sus primeros años, pero sí el que vivió en el 2018, cuando con 9 años tuvieron que realizarle una operación del corazón por una patología asociada a su enfermedad (le descubrieron una cardiopatía congénita dnominada alcapa).

En su memoria perviven aún las llamadas, fotografías y vídeos que recibió durante ese tiempo de familiares y amigos dándole ánimos. Ahora, cuando el coronavirus obliga al confinamiento, ella y su madre han querido devolver esa «inyección de positivismo» y lanzar un mensaje: «Si yo pude, tú también puedes». Lo han hecho a través de un vídeo que han subido a las redes sociales, en el que África, a través de carteles, comparte su experiencia y anima a todo el mundo a quedarse en casa para vencer a la pandemia. «Es algo muy casero, pero creo que conciencia», explica Almudena, que espera que la gran sonrisa de su hija contagie más que cualquier virus. «Es una niña muy feliz, que transmite mucha positividad y muchas ganas de vivir», dice orgullosa.

Estos días, cuando termina sus tareas, África está volviendo a ver los vídeos y fotografías que recibió cuando estuvo hospitalizada hace dos años, incluso muchas de cuando era pequeña y llevaba la sonda anasogástrica de la que ya no se acordaba. «Es curioso porque me está preguntando por cosas que no había preguntado antes, como por qué está en silla de ruedas», comenta su madre, para quien esta situación sobrevenida está sirviendo para que su hija conozca su propia historia.

Cuando África oye que hay personas que salen a la calle pese a la prohibición por el estado de alarma, no lo entiende. «Yo estuve mucho tiempo en casa y no me pasó nada; y ahora no tengo ningún dolor, el otro encierro fue mucho peor porque me dolía todo el cuerpo», cuenta su madre que le dice. Sí le hace mucha gracia que la gente saque tanto a pasear a sus perros: «Los tienen cansados», concluye.

Almudena ha vivido incluso más confinamientos que su hija, pues estuvo muchos meses hospitalizada en el Sant Joan de Déu antes de que naciera, pero se lo toma con la misma filosofía que África. «Esta vez es diferente, porque los otros fueron por problemas de salud, ahora es para no tener problemas de salud y se lleva mucho mejor», afirma. Si ellas pudieron, todos podemos.