TYt tu hija vive con el novio?", preguntó de viva voz la señora del abrigo de piel sintética. "No, pero como si viviera. Ella tiene su piso y él va y viene", aclaró la señora del forro polar decorado con una fantasía de copos de nieve. De nuevo la vida viajando en el autobús urbano. Conversaciones en alta voz y una mezcla de resignación y orgullo ante la modernidad implacable y los cambios sociales arrolladores. Línea 2 del bus ciudadano, del clasicismo castizo de Las 300 al empuje nuevo de La Mejostilla. La señora del forro polar nevado sigue informando a su amiga y, de paso, a los viajeros: "Pues la mía se va ahora a vivir con el suyo. Es que la muchacha me ha dicho: mira mama , ya sabes que no estoy fija y por ahora no nos vamos a casar, Así que...". Y su compañera del abrigo encierra la modernidad y su potencia devastadora en una frase: "A ver, pues qué le vamos a hacer, hija". La amiga corrobora: "Como las cosas son así ahora".

Conversaciones inimaginables hace 15 años. La vida cambia deprisa y lo que en los 80 se ocultaba con vergüenza es hoy proclamado como si tal cosa. Las hijas siguen llamando mama a su madre, pero se van a vivir con el novio. El padre frunce el ceño, prefiere no hablar del tema, sigue actuando como si nada hubiera ocurrido. Pero la madre lo entiende y en el autobús nadie se escandaliza. La señora del abrigo de piel de mentira resume la verdad: "Pues a ver, qué nos toca, pues aguantar". Y la señora del forro polar rubrica la conversación con esa capacidad para resignarse y relativizar tan extremeña: "Pues a ver...".