Fermín Gallastegui (55 años) ingresó en el hospital de Galdakano (Vizcaya) hace dos semanas. Llegó aquejado de un malestar parecido a la gripe y dolor de garganta. Fue primero a su médico de cabecera, que le derivó directamente a Urgencias. Ya el centro hospitalario, al realizarle las pruebas en Urgencias, le diagnosticaron Gripe A, neumonía y una bacteria. En ese momento, tal y como explica su mujer, Cati Fernández (ella es extremeña, nacida en Malpartida de La Serena, donde aún reside toda su familia), nadie les informó de si se le había realizado la prueba del coronavirus pero, en cualquier caso, en ningún momento se les comunicó que pudiera estar entonces contagiado.

Estuvo una semana ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Al experimentar mejoría, el miércoles de la semana pasada le trasladaron a planta. Le llevaron a una habitación donde permanecía un señor mayor que a las horas se marchó a su casa. Después ingresó otro de 79 años con neumonía, al que dieron el alta al día siguiente. Y ese mismo día llegó otro enfermo, de 82 años, aquejado también de una neumonía. Falleció el miércoles.

Resultó ser la segunda víctima mortal por el coronavirus en España (ya van cinco fallecidos y 345 infectados), en cambio nadie conocía que padecía la enfermedad hasta su fallecimiento. «Si se sabía nadie cumplió los protocolos», denuncia su mujer. Se da la circunstancia de que en otra habitación permanece también ingresada la mujer del fallecido, que acudió al hospital también con problemas respiratorios. Ahora está también aislada. «¿Qué es esto? Nos están contagiando por no seguir los protocolos», añade.

Nada más llevarse el cuerpo del fallecido comenzaron a cerrar la planta y la sala de espera y a aislar a los pacientes. En la habitación de Fermín se encendió una luz naranja: «supongo que para alertar de que había alguna emergencia porque allí nadie nos decía nada, nadie nos informó de que este señor había dado positivo. A los familiares nos dijeron que si entrábamos en las habitaciones no podíamos volver a salir, pero sin más explicaciones», protesta Cati Fernández.

Ella decidió marcharse. Por la noche recibió una llamada del hospital para informarles de que el compañero de habitación de su marido había dado positivo en covid-19 y de que habían tomado la determinación de hacerle la prueba también a Fermín. Permanece aislado en la habitación, a la que no acceden ni para recoger la basura. «No entra nadie, tiene un apósito puesto de la intervención y no le hacen ni curas y nadie le dice nada. No puede ni ducharse porque la ducha está en el pasillo y no puede salir. Esta mañana -por ayer- no le han llevado el desayuno hasta las once», asegura su mujer.

Ayer por la mañana se confirmaron las sospechas: Fermín ha dado positivo. Su estado de momento es bueno aunque ha comenzado a tener algunas décimas de fiebre (ya estaba casi recuperado, a la espera de una resonancia para darle el alta). «Estamos convencidos de que se ha contagiado ahí porque antes nadie nos dijo nada y le hicieron muchas pruebas», añade su esposa.

Piden información

Mientras tanto nadie dio recomendaciones a la familia sobre qué hacer el resto de familiares que ha estado en contacto tanto con Fermín como con el paciente que falleció. «El hombre (fallecido) estaba solo, le he pasado las mascarillas, el oxígeno, le he dado agua,… Cuando necesitaba ayuda se la dábamos ¿y ahora qué?, ¿cómo es posible que no le hicieran la prueba antes?», agrega. Fueron ellos los que decidieron llamar al teléfono de emergencias para informar de que habían tenido contacto con una persona contagiada y de que su marido estaba en aislamiento a la espera del resultado de la prueba (cuando se pusieron en contacto aún no sabían que estaba contagiado). Tras varias llamadas les recomendaron permanecer en aislamiento.

En total, desde el jueves, están en cuarentena siete: ella, sus dos hijos y la novia de uno de ellos y la madre y el hermano de Fermín y su mujer. «Nos llaman todos los días para que les digamos si tenemos fiebre pero nada más», afirma Cati. Por el momento todos siguen asintomáticos. Deberán estar nueve días aislados. Tienen provisiones de comida aunque amigos les dejan cada día en la puerta de casa pan y todo lo que necesitan.