Si Brasil es el epicentro de una pandemia global, el estado de Pernambuco sería la 'zona cero'. Del total de 4.180 casos de microcefalia en bebés asociada al virus zika, el 86% se detectaron en esta región del noreste del país. En uno de los barrios obreros de la ciudad de Porto de Galinhas, un paraíso de aguas cristalinas a 70 kilómetros de la capital Recife, viven Germana Soares y su hijoGuilherme. Con poco más de dos meses de vida, el pequeño acumula decenas de pruebas médicas realizadas por unos doctores que no saben demasiado bien qué deben buscar.

"Cuando a las pocas horas de nacer el neurólogo nos confirmó que se trataba de microcefalia, no supe qué hacer. Todos los análisis, todas las resonancias y las pruebas durante el embarazo decían que nuestro hijo estaba sano. Ni siquiera los médicos parecían entender lo que ocurría", explica a EL PERIÓDICO esta joven de 24 años cuyo hijo fue uno de los primeros casos de microcefalia asociada al zika en todo Brasil. Meses antes, cuando apenas contaba con 12 semanas de embarazo, Germana había sido diagnosticada con el virus zika. "Sentí que mi cuerpo ardía en picor. La sensación era tal que me daban ganas de sacarme la piel con un cuchillo”, recuerda.

Sin embargo, los médicos del ambulatorio local no le dieron la menor importancia a sus síntomas. Tras ser recetada con un antialérgico, los picores remitieron a los pocos días y Germana pudo proseguir con naturalidad su primer embarazo. Solamente una semana antes del nacimiento de Guilherme, la noticia de la relación entre el virus zika y la microcefalia en bebés saltó a los medios de comunicación del país. Jamás podría imaginar que su hijo sería uno más de la triste cifra de 1.125 bebés que nacieron con un perímetro craneal inferior a los 32 centímetros en el estado Pernambuco. Aquel día del 19 de noviembre, cambió su vida para siempre. Desde entonces, la rutina de ambos se ha convertido en una continua peregrinación al Hospital Oswaldo Cruz en Recife, el único que cuenta con los especialistas capaces de atender a las madres en su difícil situación.

"La sensación es de pánico en las embarazadas y de desespero en las madres. Los médicos nos dicen que todavía no saben las complicaciones que el virus zika puede ocasionar en la salud de los bebés a largo plazo. Solo nos dicen que necesitan tiempo, que deben hacerles pruebas", relata. Con la rabia de quien siente que nada más puede ser hecho, su disgusto se centra ahora en la especulación en torno a los repelentes en su ciudad. Con una de las mayores tasas de dengue, chikungunya y zika del país, el repelente Exposis, el único que contiene icaridina en su composición, se ha convertido en un artículo muy caro y difícil de conseguir y mucho más ahora que el desempleo ha aparecido con fuerza en esta parte del país.

MIEDO A SALIR A LA CALLE

"Mi marido perdió su empleo como soldador recientemente y yo tuve que dejar el mío durante el embarazo. No hay manera de pagar los 25 o 30 reales (unos 5 o 6 euros) que están pidiendo ahora por los repelentes más baratos como el OFF o el Repelex. El Exposis ya hace tiempo que no se encuentra", se lamenta. En su humilde barrio, las mujeres embarazadas invierten una parte importante de su sueldo en repelentes y otras, directamente, optan por no salir a la calle. Incluso entre las mujeres que no se encuentran en estado el miedo está muy presente, nadie sabe si infectarse con el zika podría dejar secuelas a sus futuros hijos.

Pero Germana no cae en el desespero, sabe que el problema de su hijo requiere que se arme de paciencia y exija al Gobierno la atención que los casos como el suyo merecen. Su entereza como madre, no obstante, no puede ocultar su profunda preocupación por el futuro de Guilherme y de las mujeres embarazadas en todo el país. "Espero que el Gobierno entienda que cuando alguien tiene un hijo con microcefalia su vida cambia para siempre. Solo pido al Gobierno que actúe cuanto antes, nadie más merece que su hijo pague las consecuencias de esta horrible enfermedad", concluye una madre para la que las respuestas llegan tarde.