TStomos personas civilizadas y nos preocupamos por los seres que comparten con nosotros el planeta. Eso está bien; es más, está muy bien, extraordinariamente bien. Somos personas civilizadas y nos preocupan los grandes simios. No queremos que vivan encerrados, en esclavitud. Por eso el Congreso ha aprobado una iniciativa para que el Gobierno se adhiera a un proyecto para salvarlos, garantizado su derecho a la vida, a la libertad y a no ser torturados. Yo también me adhiero pero me pregunto por qué sentimos más dolor por el sufrimiento de estos animales que por el de quienes son nuestros iguales. Rechazamos que se encierre a los simios, pero permitimos que se pueda retener a los inmigrantes sin papeles durante varios meses; defendemos el derecho a la vida de los animales pero coartamos la libertad de los humanos para buscar una vida mejor, dejándolos morir en lugares imposibles. Me uno a cuantas acciones sea necesario emprender para garantizar la dignidad de las especies de grandes simios, pero insisto en preguntar por qué no se empeñan los gobernantes en garantizar una vida digna para nuestra especie. Europa tiene miedo y el miedo es mal consejero, lleva directamente al racismo y a los ataques que en Italia están sufriendo los gitanos; luego, un paso, un solo paso, nos volvería a poner de nuevo frente al horror.

Estos días ha estado en Extremadura el presidente de Cruz Roja en Guinea Ecuatorial buscando ayuda para la construcción de doscientas letrinas porque la gente defeca al aire libre.

Muchos intentan venir, pero les tememos y los expulsamos; preferimos que estén allí, esperando su extinción mientras nos ocupamos en dignificar la vida de otras especies.