No parece que hablen de una planta. Por el modo cariñoso en que se refieren a ella, da la impresión de que la conversación versa sobre un ser querido que precisa constantes cuidados. "Fíjate, parece que tiene hongos"; "esperemos unos días a ver qué pasa"; "obsérvala bien y, si ves que no mejora, dime algo". Ese ser querido del que hablan Oriol Elies y sus clientes son, en realidad, plantas de marihuana. Elies es el propietario de Autocultiu Grassia, uno de los muchos grow shops que han florecido en los últimos años y donde se venden semillas, fertilizantes, abonos y todos los dispositivos diseñados para favorecer el crecimiento de la planta. Los clientes son personas que han decidido cultivar cannabis por sí mismos, en sus balcones o en habitaciones interiores, para después consumir el fruto de la planta.

Ambos, vendedor y cliente, alimentan el negocio de comercios y empresas que se dedican a suministrar productos para el autocultivo de marihuana. Una actividad económica que, pese a estar vinculada a una droga ilegal, está en pleno crecimiento incluso pese a la crisis, pues cada vez son más los particulares que deciden cultivar por su cuenta. Según cálculos de Spannabis, la entidad que organiza las tres ferias del cannabis que se celebran en España, hay un millar de empresas españolas vinculadas al negocio del autocultivo de marihuana y el sector factura al año 50 millones de euros.

ABONOS ESPECIFICOS El abanico de empresas es variado: la mitad son tiendas (grow shops ), y el resto, distribuidoras y bancos de simientes, fabricantes de fertilizantes, humidificadores, lámparas, armarios, pipas o papel de fumar. "Es un sector en alza formado sobre todo por pymes que incluso ha crecido con la crisis, pues personas que se han quedado en el paro han montado grow shops ", explica Raúl del Pino, portavoz de Spannabis, que añade: "Hay empresas de abonos que ya hacen productos específicos para la marihuana".

El auge de este sector es palpable en las ferias. Este año, a las de Barcelona y Madrid se ha sumado la de Málaga.

La actividad comercial no escapa al hecho de que, al orbitar en torno a una droga ilegal, las empresas rozan siempre la línea roja. Así, abundan las argucias. Aunque todo el mundo sabe que son para cultivar, los paquetes de semillas incluyen la leyenda de que es "un producto para coleccionistas" o que el distribuidor "no se hace responsable" de su uso posterior.

En otros casos, como el de la distribuidora de semillas Medicalseeds, la base es el uso terapéutico. "No somos médicos. Somos un laboratorio de experiencias. Según qué dolencias tiene una persona le recomendamos una variedad u otra de semilla y luego analizamos qué tal le ha ido", comenta Jak de Sostoa, responsable de la compañía.

PERFIL VARIADO Como constata Oriol Elias en su grow shop , los perfiles de clientes son variados. "Las edades van de los 18 a los 67 años. Tengo desde chavales que cultivan por cuestión lúdica hasta profesores universitarios a los que este producto les relaja. Además, aquí compran personas enfermas por cuestiones terapéuticas", explica. Eso sí, reconoce que en este negocio ha irrumpido "mucho listo". "Hay gente que pretende hacer negocio con esto", dice, y destaca "la cantidad de robos de plantas de marihuana" que se han producido los últimos meses.

Jaime Prats, portavoz de la revista Cáñamo , atribuye el auge del autocultivo a que "cada vez hay más gente que no quiere ir a una calle de mala muerte a comprarle a un camello que no sabes lo que te está vendiendo". Un indicador del aumento de los autocultivos es el auge de los clubes sociales de consumidores de cannabis. En el 2008, en España había dos. Ahora, más de 30.