Miles de cazadores de zorros en Inglaterra y Gales quemaron ayer los últimos cartuchos. Como salidos de un cuadro al óleo de otro tiempo, los jinetes enfundados en elegantes chaquetas rojas, botas de cuero de media caña y gorras negras de paño, dijeron adiós, muy a su pesar, a una práctica deportiva con 300 años de historia.

La caza con perros de mamíferos salvajes, como zorros, ciervos, liebres o visones, está prohibida desde hoy, en medio de una apasionada polémica. La apacible campiña inglesa puede convertirse este fin de semana en un campo de batalla si se movilizan 50.000 aficionados, dispuestos a desafiar a la autoridad, seguidos de cerca por grupos de militantes en defensa de los animales, que tomarán posiciones para vigilar cada escopeta.

"Esperamos a mucha gente el sábado. Ese día la caza tendrá el mismo aspecto, sonido y olor que siempre ha tenido", afirma Simon Hart, de la Alianza del Campo, poderosa agrupación de cazadores. "Seguiremos a los jinetes con prismáticos y cámaras, y vamos a denunciar cada infracción", avisa Jane Evans, experta en medio ambiente que trabaja como voluntaria en la Liga Contra los Deportes Crueles.