TEtn pleno temporal de puro invierno, con las rebajas de enero que duran ya mes y medio, recién salidos de excesos navideños y a punto de carnavales, van las tiendas y nos muestran sus avances de temporada.

Fuera hace frío, la lluvia llena la ciudad de conductores impacientes y el viento agita anuncios de modelos en bañador. Ya es primavera en los escaparates, aunque falte un mes, pero es que en marzo toca la ropa de verano y en junio el avance del otoño. Y para la virgen de agosto colocaremos las luces de Navidad.

Andamos metidos en una carrera un poco absurda. Nos preparamos a conciencia para una época que aún no ha venido, mientras desperdiciamos esta. Siempre corriendo, siempre pendientes de los avances de temporada. Cuando encuentre trabajo, cuando tenga pareja, o casa o hijos o me hagan fijo o me jubile. Entonces seré feliz. Mientras tanto dejaré pasar este febrero pendiente de la primavera. Hipotecamos ahora a cincuenta años no solo el día de mañana sino este instante de luz que nos estamos perdiendo.

A lo mejor, solo a lo mejor, la vida no es más que eso que nos pasa por encima mientras estamos demasiado ocupados viviendo.

En medio del temporal, olvidémonos de temporadas. Disfrutemos febrero. Aquí y ahora. Ya llegará la primavera. Mientras tanto, han florecido las mimosas y el aire huele ya a promesas de almendro en flor. Hay que echarse a la calle. No tendremos jamás un momento más hermoso que el que estamos viviendo. O sí, pero no desperdiciemos este, por si acaso.

Lo demás es eso, viento, carteles que se agitan, hipotecas y tipos de interés. Cosas de bancos. Cosas que se pueden dejar para mañana.