Viñedos singulares, maceración e infusión de hierbas, genuinos sabores que conectan con la naturaleza, toques de frutos secos recogidos en otoño, cereales malteados, ausencia de sulfitos, aditivos y colorantes… Bebidas alcohólicas como vino, whisky, ginebra, cerveza y vermut se han apuntado a la tendencia publicitaria de incluir estos productos como parte de un estilo de vida saludable, nutrición incluida. Ahora bien. ¿Tan malos son los sulfitos? ¿Tiene menos graduación alcohólica un whisky por llevar cereales malteados? ¿Es el alcohol menos malo si ha sido elaborado artesanalmente? «No», zanjan la farmacéutica y experta en industria alimentaria Gemma del Caño y el tecnólogo de alimentos Mario Sánchez.

«Hoy en día la etiqueta de artesano, no sujeta a ninguna regulación específica, se ha convertido en un reclamo publicitario más», explica Sánchez. El experto recuerda que, a pesar de la creencia popular, todos los productos industriales pasan por rigurosos controles higiénico-sanitarios antes de su comercialización, así que por definición los alimentos industriales son más seguros.

A pesar de ello, cada vez es más habitual que los productores de bebidas alcohólicas promocionen el carácter artesanal de sus productos y la falta de aditivos en estos como un plus de calidad. Un claro ejemplo de quimiofobia, destacan los expertos. Los polémicos sulfitos, por ejemplo, no son más que conservantes que tan solo pueden resultar perjudiciales en caso de ser alérgico a ellos. Las legumbres en conserva, por ejemplo, llevan sulfitos y nadie parece cuestionar su utilidad. «Suena a química y si una marca promociona su bebida diciendo que no lleva sulfitos, el consumidor puede pensar que es mejor. Pero no es así. El alcohol es perjudicial. Y lo es ya sea ecológico o lleve agua pura de deshielo», analiza Del Caño.

El de publicidad del alcohol, en opinión del abogado experto en derecho alimentario Francisco Ojuelos, enmascara la realidad y roza el engaño porque da a entender al consumidor que determinadas bebidas poseen un carácter superior al de otras. «Cuando las acciones promocionales directas o enmascaradas están pretendiendo inducir a pensar que existen aspectos saludables se está produciendo un fraude de ley», zanja Ojuelos.

Más allá de estos claroscuros sobre las supuestas propiedades del alcohol, la evidencia científica niega que el consumo de este producto conlleve un beneficio directo para la salud. Del Caño recuerda que determinadas bebidas como el vino y la cerveza pueden contener una cierta cantidad de vitaminas y minerales, pero necesitaríamos bebernos más de 100 botellas al día para notar esos efectos supuestamente beneficiosos, que, por otro lado, quedarían anulados por la ingesta de alcohol. «¿Quieres vitaminas y minerales? Pues tomate unas uvas. Nada de lo que lleva una bebida alcohólica, ya sean hierbas aromáticas o lo que sea, compensa la cantidad de alcohol. Y que quede claro: no hay cantidades seguras de alcohol».