Chris Ruen (Milwaukee, 1981) se pasó sus años de universitario pirateando lo que más amaba: la música. Se sumó a la postura de que los artistas son todos unos millonarios y las discográficas, unos rufianes de pocas luces. Se convirtió en periodista al tiempo que comenzó a trabajar como camarero en un café de Nueva York, centro de reunión de los músicos 'indies'. Hablando con ellos se dio cuenta de que copaban titulares pero no tenían un duro. Comenzó a hacerse preguntas. Investigó. Y el resultado es el ensayo '#Gorrones' (Ediciones Quinto 20). Invitado a Madrid por la Coalición de Creadores, Ruen pide afrontar el debate de la piratería en serio y desterrar algunos mitos.

"Yo no pirateo música. Uso Spotify"

Cierto. Spotify es legal. Ahora bien, ¿los músicos ganan dinero con este sistema? La respuesta de Chris Ruen es tajante: "No". El periodista, sin embargo, aplaude iTunes, servicio de venta 'online' de música beneficioso para usuarios y autores. Durante los primeros siete años de la vida de iTunes Store, los usuarios compraron diez mil millones de canciones. Una buena noticia, pero "comparemos esa cifra con los cuarenta mil millones de canciones pirateadas en todo el mundo solo en el 2009".

"A los músicos no les afecta la piratería porque ganan mucho dinero con las giras"

Falso. Los ingresos por conciertos han aumentado en EEUU. Sin embargo, ¿qué parte llega al bolsillo del grupo? Muchos de los mayores recintos son propiedad de la misma empresa, que decide el precio de las entradas y el porcentaje que recibe el artista. Ruen recoge el testimonio de la idolatrada cantante británica Imogen Heap. En el 2010 se quejó de que la caída de venta de discos le estaba afectando tanto que no podía emprender una nueva gira. No tenía dinero para afrontarla. La música en vivo experimentó, de hecho, una caída histórica en el 2010.

"La piratería beneficia a los grupos 'indies' porque así el público les conoce más"

Les conoce más: verdadero. Les beneficia: falso. '#Gorrones' incluye una entrevista con Kyp Malone, cantante y guitarrista de TV On The Radio. Tras trabajar con un sello pequeño, se pusieron en manos de una gran discográfica. Lo hicieron por dinero. "No podíamos pagarnos el coste de la vida en Nueva York. No puedo descargarme de internet el dinero para pagarme el alquiler ni la matrícula de la escuela de mi hija", admite Malone. El artista deja claro que las giras no dan dinero. Los ingresos de los conciertos solo sirven para poder salir a la carretera. Nada más. "La música, simplemente, se cuelga en el aire por arte de magia. Es como el agua. Pues, coño, el agua tampoco es gratis. El rollo antiempresarial de alguna gente me hace gracia. Las descargas solo son posibles porque grandes empresas nos dan herramientas para hacerlas".

"La industria musical ha sabido luchar contra la piratería"

Falso. La Asociación de la Industria Discográfica Americana lanzó unas demandas "arrogantes, mezquinas y crueles" contra usuarios que descargaban música. Entre 2003 y 2008 estableció acciones legales contra unos 35.000 consumidores que habían pirateado canciones en redes P2P. La industria "les acosó desvergonzadamente a estudiantes y les intimidó con sanciones de hasta 250.000 euros".

"La lucha contra la legislación antipiratería nació del pueblo"

Falso. Cuando EEUU estaba debatiendo la ley antipiratería (conocida como SOPA) el país entero se levantó en armas contra lo que consideraban "censura". Como ya hizo Robert Levine en 'Parásitos', Ruen deja claro que debajo de esa presunta rebelión social estaban las empresas tecnológicas de Sillicon Valley, incluida Google, cuyo gasto en acciones de 'lobby' se triplicó hasta alcanzar los 3,74 millones de dólares.

"Los plazos del 'copyright' son excesivos"

Cierto. Son "grotescamente largos". Pero eso no significa que el copyright (derecho del autor) sea sinónimo de censura. "Todo lo contrario, es lo que protege el trabajo de los artistas". Si no hay copyright, volvemos al mecenazgo, como el de la Edad Media y el Renacimiento. A falta de nobles y monarcas, hoy los mecenas son las grandes empresas. "El patrocinio empresarial implica que las expresiones artísticas se ajusten a ciertos límites que ayuden a vender refrescos o coches", concluye.