Las religiosas tuvieron su cuota de participación en la ceremonia de consagración de la Sagrada Família. Infima, eso sí. Después de que el pontífice Benedicto XVI ungiera el altar con el crisma y lo inciensara, cuatro monjas acudieron a limpiar con paños el óleo del altar y también del suelo.

Otras tres religiosas vistieron el altar con un mantel, candelabros y flores para la eucaristía. Ahí acabó el papel de las hermanas en la ceremonia de consagración del templo. Sin embargo, en su homilía, Benedicto XVI dijo que "la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización".