No parece que haya causado gran sorpresa la caída en desgracia de este prelado de 61 años, que hasta la tardía llamada de la vocación (en 1987, a los 35) trabajaba para la Banca de América e Italia, filial del Bank of America adquirida en su día por el Deutsche Bank. Se movía como pez en el agua entre la jet-set romana, y su carrera eclesiástica le había llevado a dedicarse a la gestión del patrimonio de la Santa Sede, así como, al parecer, del suyo propio: es dueño de casas de lujo en Roma y en Salerno y de una valiosa colección de arte --fruto en buena parte de "donaciones", aseguró, y titular junto con un primo de varias sociedades inmobiliarias.

Scarano se había ganado el apodo de monseñor 500 por la amplia disponibilidad de billetes de 500 euros que mostraba. Se sabe que presuntamente, proponía a sus amigos empresarios intercambiar fajos de 10 o 20 de estos billetes por cheques de caja de 5.000 o 10.000 euros. Así, la fiscalía ya le investigaba --a él y a otras 56 personas-- por más de medio millón en cheques que habían acabado en una de sus cuentas en el IOR. "He tenido la bendición de encontrar en mi camino a personas acomodadas que me han apoyado en mis obras de caridad", manifestó en su día al periódico local La Città di Salerno.