TAtntes la fe, como era cristiana, movía montañas de cartón piedra que podían verse en los diez mandamientos y otras películas bíblicas. Esta afición por el laicismo ha dado al traste con todo aquello y la buena gente ha tenido momentos de grave desconcierto. Porque la buena gente --es decir las mayorías, también llamadas muchedumbres-- es intrínsecamente religiosa aunque sea muy laica por fuera, y necesita de la fe para agarrarse en los naufragios y mantener la esperanza --si te preguntas en qué, es que no eres religioso. Un religioso la tiene en general--. Pero, gracias a las hazañas veraniegas de La Roja, la buena gente ha recuperado totalmente ambas: fe y esperanza. Así que ahora pasean la copa como antaño otros paseaban al brazo incorrupto de santa Teresa , y tal como sucedía, sucede: la fe mueve montañas. Montañas de gente --buena-- ansiosa por tocar y besar el sacro objeto demostrando su devoción, esta vez a san Iker y a san Vicente . Para mayor bienaventuranza, ha recalado esta semana en Extremadura y muchos fieles reciben sus beneficios. Estaba la reliquia echando bendiciones por aquí cuando aparece Rouco Varela en el telediario acariciando en éxtasis la misma copa --copón--, igualito que en sus liturgias. ¡Toma ya!, la santa Roja posee el don de la ubicuidad, ese tradicional milagro reservado a los mejores. Y los obispos, que no son tontos, se han hecho un montón de fotos con ella y han guardado una réplica en la vitrina. Todo por si acaso. Para encomendarse en caso de apuro, porque el brazo incorrupto viene últimamente fallando y, a lo mejor, ésta es capaz de acabar con los demonios de los mercados y otros. Aunque uno tuviera que volverse un poco laico.