Carlos P. R., un agente de 42 años de los Mossos d’Esquadra de Terrassa, aparcó su Seat blanco junto a la entrada del párking del domicilio de su exnovia Judit S. M., y esperó a que ella llegara. Sobre las nueve y media de la noche, la mujer apareció en su coche y abrió las puertas del aparcamiento comunitario. Carlos la siguió, descendiendo a pie por la rampa de acceso de vehículos, y fue a por ella. En aquel sótano disparó con el arma reglamentaria contra Judit y después se suicidó.

Judit tenía 29 años, era esteticista y había comenzado a cursar estudios de auxiliar de enfermería. Sus compañeras de trabajo explican que la relación sentimental con Carlos había terminado, pero que de vez en cuando amagaba con volver a comenzar. Sus amigas de la infancia la describen como una chica con carácter que sabía lo que quería; inquieta, llena de ganas de hacer cosas, de viajar y de comerse el mundo. Según su entorno familiar, Carlos -que tenía un hermano casado con una pariente de Judit- no aceptó que lo suyo con Judit había terminado. No la dejaba en paz, la perseguía y le insistía para que ella aceptara volver junto a él. Judit y Carlos comenzaron a salir hace unos tres años, e incluso convivieron juntos, pero cuando se separaron ella volvió a vivir con su madre, en cuyo aparcamiento ocurrió el crimen machista del sábado.

Los cuerpos de Judit y Carlos quedaron tendidos con disparos en la cabeza cerca de la plaza donde la mujer dejaba el coche. Los encontró un vecino del edificio, escuchó los disparos y confirmó a los Mossos que el hombre disparó a la mujer y después se quitó la vida. Entre los agentes que atendieron aquel servicio había compañeros del policía. La División de Investigación Criminal se ha hecho cargo de un caso que presenta pocas dudas. El propio cuerpo policial publicó en las redes sociales un tuit confirmando los hechos y mostrándose «consternado» por lo sucedido.