No sabían a quién tenían delante. Los dos mossos heridos de bala por Francisco Javier Picatoste, uno de ellos incapacitado de por vida por una paraplejia, declararon ayer ante el tribunal que no fueron advertidos del riesgo de Manuel Brito, el recluso al que se disponían a trasladar al hospital por una lesión en el codo el 14 de octubre del 2001.

La segunda jornada de la vista contra Brito, de 38 años, y Picatoste, de 39, se invirtió en la declaración del reguero de víctimas que los dos prófugos fueron dejando en la sangrienta huida, que duró 32 días. Se enfrentan a una petición fiscal de 172 años.

La declaración de la joven violada, presuntamente, por Brito, arrancó una tensa sesión donde cada uno expresó su desgarrado dolor como pudo. A., que cuando vio morir a su novio en el asiento de al lado del coche tenía 23 años, declaró a puerta cerrada y separada visualmente de los acusados por una mampara. Su condición de testigo protegido así lo exigía.

CONTUNDENTE Fuentes judiciales presentes en el interrogatorio explicaron que había mantenido ante el tribunal todos los hechos en una declaración "contundente y valiente". Relató al detalle la agresión sexual a la que la sometió, presuntamente, Brito, pese a que él siempre lo ha negado.

"Nadie, ni la sala ni la prisión, nos dio información sobre el preso que íbamos a trasladar", declaró ayer Eduardo Cosculluela, el agente de la policía autonómica que, pese a tener la bala de Picatoste todavía alojada junto a la columna vertebral, está en activo y puede llevar una vida normal. Llevaba tres años en el cuerpo cuando sucedieron los hechos ahora juzgados.

Una total falta de información sobre el riesgo del traslado que luego corroboró su compañero Xavier Murillo, que corrió peor suerte. El primer agente dijo que ojeó los documentos que le habían dado y pudo ver que llevaba a un recluso condenado por homicidio. Nada más.