Salamanca es un pueblito cercano a Mozárbez. Algún cerro habrá en Mozárbez desde el que se vea Salamanca. Desde Cilleros, desde San Cristobal o desde el Ventorro de la Paloma. Campo charro, donde la luz de Castilla está siempre seca. También a Mozárbez pertenece Allende del Camino. Tan allende que allende se fueron todos sus habitantes. No queda ninguno. Allende del camino… Bonito pero algo fantasmal. ¿Dónde estarán? Cuando la carretera era paso obligado había hasta una gasolinera. Hoy quedan apenas cuatrocientas. Personas, no gasolineras. La gasolinera cerró. En su día había vacas. La leche de Mozárbez se vendía puerta a puerta en la capital, ese pueblo cercano al que llaman alto soto de torres, renaciente maravilla y, en corto, Salamanca. Al pasar no he visto vaca de leche alguna. Ni de las otras. Solo la gasolinera. Cerrada, por supuesto.

Más de uno de ustedes habrá parado en Cuatro Calzadas. Allí, en Beleña, a pesar de la autovía, aún hay gasolinera. Mozárbez está entre Beleña y Salamanca, a unos diez kilómetros de Beleña y a casi veinte de Salamanca. Al menos esa es la impresión que conservo en la memoria. Aunque la memoria muta a conveniencia. Recordamos lo que nos apetece recordar. Sean diez o sean veinte, Mozárbez está en el camino que de Extremadura sube al norte. El que en Salamanca se parte en dos,… o en tres, o en cuatro… Salamanca, zarabanda.

En los caminos, lo pertinente es parar a comer. Y a lo otro. Yo paro a las dos necesidades en el restaurante Mozárbez, de Mozárbez. Me lo recomiendo a mí mismo, porque no me falla. Poco antes de llegar a Salamanca, poco después de pasarla, según por dónde se venga. Hotelito, bar, restaurante y salón para lo que se tercie. A pie de carretera, de la 630 y, tomando una salida, de la misma A-66.

De un restaurante conviene saber, casi tanto como lo que es, lo que no es. Mozárbez no es una taberna típica, ni un rincón de esos que llaman con encanto. Ni tiene perifollo, ni abuelita cocinera. Mozárbez es un restaurante pequeño burgués. Serio y solvente. Es como la casa de la mayoría de nosotros. Los manteles están limpios y los camareros tienen los trienios por montera. Uno me llama joven, y se lo agradezco. El otro, serio como el Viti toreando, barrunto que me va teniendo, con los años, cierta estima. Al fin y al cabo, en Mozárbez he comido mucho, a veces solo, a veces en compañía. En una ocasión, incluso, con el chófer de la funeraria. Ese día mi padre se quedó fuera. A la sombra, claro.

¡Al pan! De lunes a viernes, en Mozárbez, sirven un menú de diez primeros y diez segundos por trece euros. Los fines de semana ofrecen un menú especial, con asados y algunas otras mejoras, por veinte. O sea, en plata, ruta de, que se come a la carta por el módico precio de un menú del día. Por ejemplo, el martes pasado, tapita de crema de queso, sopa castellana como Dios manda, y un rodaballo más que potable. De postre: un aro de chocolate relleno con espuma de yogur. Te tratan de usted y si es usted un pequeño burgués saldrá contento. Y si no lo es, también, salvo que sea usted un raro. Se agradece el esfuerzo por presentar tal variedad de platos en el menú, por completarlo con un aperitivo también a escoger, por presentar las viandas con elegancia y por tener siempre alguna sorpresa fuera de lo corriente. Se aparca a la primera,… a la sombra, y si tiene prisa, si es usted de los que no gusta de sentarse a comer cuando viaja, otra buena opción es el bocadillo de chorizo salmantino en la barra. No sé si lo mejor es el pan o el chorizo,… y con eso se lo he dicho todo..