Héroe, villano, cómico, estrella, Gregory Peck, muerto ayer a los 87 años, fue uno de los grandes nombres de Hollywood. De voz profunda, su rostro encarna la expresión del hombre del siglo XX: la honestidad (Matar a un ruiseñor , por la que consiguió un Oscar), pero también la perversión (Los niños del Brasil ). Es difícil elegir alguna película que lo represente porque en todos los géneros dio cuenta de su versatilidad: Vacaciones en Roma , Recuerda , Horizontes de grandeza o Mi desconfiada esposa son algunas de los que demuestran su talento.

Retirado del cine durante la última década, Peck siguió vinculado a la vida cultural de Los Angeles, al frente de uno de los programas de la biblioteca de esta ciudad para promocionar la lectura. Otros de sus títulos cinematográficos incluyen El cabo del miedo , La conquista del Oeste y La profecía .

SU IDOLO

Admirado por numerosas generaciones de actores, para Peck su ídolo fue Laurence Olivier, con quien tuvo la oportunidad de fraguar una intensa amistad además de rodar uno de sus pocos papeles como villano interpretando al doctor Mengele en Los chicos del Brasil , informa Efe.

Uno de sus últimos trabajos como actor fue el de la versión para televisión de un gigante de la literatura como Moby Dick , que le valió un Globo de Oro como mejor actor secundario por el papel del predicador, cuando años antes, en 1956, había hecho del capitán Ahab para la versión dirigida por John Huston.

Nada interesado por las propuestas artísticas que seguía recibiendo, Peck declaró en sucesivas ocasiones que prefería dedicar su tiempo a sus hijos, así como sus nietos, en lugar de hacer "rellenos" para el cine.