Aunque generalmente se considera a Constantin-Costa Gavras como el más significativo de los directores que, en los años 60, practicaron el llamado cine político, subgénero de urgencia que ha sido superado con creces por el paso del tiempo, dos de los títulos más emblemáticos de esta tendencia no llevan la firma del cineasta greco-francés, sino la del italiano Gillo Pontecorvo: son La batalla de Argel (1966) y Queimada (1969), dos películas que proponían, además, una mirada distinta a la practicada en títulos como Z, Estado de sitio , Salvatore Giuliano, Sacco y Vanzetti e Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha, por citar obras del cine político francoitaliano populares en su momento.

Pontecorvo, que falleció en la noche del jueves a los 87 años en un hospital romano, había militado en la resistencia italiana durante la segunda guerra mundial y se formó después como periodista, profesión muy ligada a la visión documentalista que impregna sus primeros trabajos cinematográficos y que no es en absoluto ajena a la mirada neorrealista que propone La batalla de Argel , que ganó el León de Oro en Venecia.