Ganó el Nadal y Planeta, fue uno de los novelistas más populares de la posguerra española. Los cipreses creen en Dios adornó las estanterías de más de seis millones de hogares españoles, porque los libros de José María Gironella estaban destinados a una clase media deseosa de leer en letra impresa los avatares una guerra civil entonces todavía cercana. El autor gerundense falleció ayer a la edad de 85 años, víctima de una embolia, en su domicilio de Arenys de Mar.

Hace dos años ya sufrió un derrame cerebral que le dejó medio cuerpo paralizado y del había conseguido reponerse en los últimos tiempos. El escritor, que deja viuda, la inseparable Magdalena Castañer a la que le han unido 55 años de convivencia, será enterrado hoy en el panteón familiar del cementerio de Arenys de Munt.

Gironella arrastró la condición de ser un autor de derechas que no comulgó con los postulados reaccionarios del franquismo. Esta es una de las ideas que más aparecen en las declaraciones de los intelectuales --en su mayoría de posiciones conservadoras-- que se han pronunciado tras su muerte. Para el historiador Fernando García de Cortázar él fue el primer novelista que planteó "el sentimiento de la guerra como una gran catástrofe, saliéndose de la visión a veces edulcorada y de cruzada que daba el régimen". Según García de Cortázar, su trilogía Los cipreses creen en Dios , Un millón de muertos y Ha estallado la paz , publicada en los años 50 y 60, fue un intento ser objetivo frente al conflicto, sin salirse de la censura oficial.

Esta trilogía fue un precedente en la bibliografía sobre la guerra civil española, lo que la convirtió en libro de cabecera de muchos jóvenes de posguerra. José María Aznar, por ejemplo, llegó a escribir una carta al autor diciéndole que su novela le dio una visión global de los asuntos de España. Aquejado de grandes depresiones, Gironella hizo gala de una visión pesimista de la existencia. Pasó de ser uno de los pesos pesados del best-seller a un escritor olvidado.