El calvario del joven tetrapléjico, ciego y sordo Vincent Humbert, que reclamaba el derecho a morir, terminó ayer, casi dos días después de que su madre le inyectara barbitúricos para provocar el desenlace fatal, tal y como él se lo había pedido y ella se lo había prometido. El equipo médico que en un primer momento intentó reanimarlo del coma decidió ayer "limitar las terapias activas", lo que provocó su muerte.

En un comunicado, la dirección del hospital de Berck-sur-Mer (norte de Francia), donde estaba ingresado desde el 2000 Vincent Humbert, de 22 años, señaló que "teniendo en cuenta el cuadro clínico, la evolución y los deseos que Vincent había expresado en varias ocasiones", el equipo médico había tomado la decisión "colectiva y difícil" de "limitar las terapias activas". Es decir, desconectar el respirador artificial que le mantenía con vida después de que su madre, Marie, encontrara el valor de asistirlo en su suicidio.

El ministro de Justicia francés, Dominique Perben, pidió a la fiscalía que muestre "la máxima humanidad" en la aplicación de la ley a Marie Humbert.