El desenlace trágico de la operación para intentar separar los cerebros de las dos siamesas iranís ha suscitado un intenso debate científico y ético sobre la conveniencia de llevar a cabo una intervención tan complicada. El primero en apretar el gatillo de la controversia fue el médico iraní que hace 15 años declinó llevar a cabo la separación tras considerar que las posibilidades de éxito eran casi nulas.

Madjid Samii, que preside el Instituto Internacional de Neurociencia con sede en Hannover (Alemania), dijo ayer, tras enterarse de que la operación había fracasado, que se quedó "anonadado" cuando supo que el equipo del doctor Keith Goh iba a acometer la intervención quirúrgica, e insistió en que el hecho de que Ladan y Laleh Bijani recibieran la sangre cerebral a través de una misma vena complicaba en exceso la intervención. Samii se negó a operar a las siamesas en 1988, cuando éstas tenían 14 años.

De ahí en adelante, las críticas no han cesado. "Hay aspectos inquietantes en este caso", declaró Ian Kerridge, profesor de bioética en el Centro de Etica y Leyes en Medicina de Sydney. "Uno de ellos es la declaración que hizo uno de los cirujanos tras la operación, cuando dijo que habían encontrado más dificultades de las que esperaban. Creo que esto ya es un poco alarmante".

El médico australiano experto en bioética Nic Tonti-Filippini indicó, por su parte, que ni siquiera el hecho de que las siamesas estuvieran dispuestas a asumir todos los riesgos era "razón suficiente" para llevar a cabo la operación. "En medicina debe existir la certeza de que las intervenciones son seguras", sentenció en otro momento.