Milagros Flores, de 48 años, es la primera y por el momento única persona que pisa la cárcel por haber agredido a una profesora, en un instituto público de Barcelona. El 7 de abril del 2010 se conformó con la pena de dos años de prisión y una multa de 120 euros por el delito de atentado con lesiones y una falta de amenazas. También debía pagar a la víctima 8.840 euros de indemnización. Sin embargo, no ha desembolsado la totalidad de esa cantidad ni tampoco la multa. Solo se le confiscaron 1.700 euros en cuentas corrientes. Es insolvente, aunque paga algo de vez en cuando. Por este impago, desde el 16 de octubre del 2011 cumple la condena en un centro penitenciario. No acabará de cumplirla hasta el próximo octubre.

El Código Penal establece que los jueces pueden dejar en suspenso la ejecución de las penas privativas de libertad no superiores a dos años, siempre que se cumplan una serie de requisitos, como no ser reincidente y haber desembolsado la responsabilidad civil. Milagros no ha pagado toda la indemnización y se le rechazó la suspensión del ingreso en prisión, pese a que la sentencia era pactada y de conformidad. El acuerdo era que ella aceptaba la acusación y la fiscalía y la Generalitat rebajaban la pena de tres a dos años, con lo que se abría la posibilidad de que evitara ser encarcelada. Al final no lo logró. En casos similares y de insolvencia, los condenados han pagado in extremis para no ir a prisión.

DIGNIDAD MENOSCABADA La sentencia señala que sobre las 17 horas del 6 de noviembre del 2008, Milagros fue a las inmediaciones del instituto Roger de Flor, en la calle de Pedrosa de Barcelona. Con "ánimo de menoscabar la integridad física y la dignidad profesional" de la profesora, que impartía Ciencias Sociales a su hija de 13 años, la acusada se abalanzó contra la docente, le tiró del pelo reiteradamente, arrancándole mechones, la arrinconó contra la pared, la golpeó y la arañó. Mientras tanto, no paraba de insultarla con "palabras soeces" y profería expresiones como que la mataría. Y reiteró sus amenazas cuando la educadora, con ayuda de terceros, logró escapar y refugiarse en el centro, destaca la resolución.

SECUELAS A consecuencia de la agresión, la profesora sufrió diversas alesiones, que curaron en 114 días, y fue a psiquiatra. Cayó en una depresión y tuvo que dejar de dar clases. Como secuela le ha quedado un síndrome de estrés postraumático. A parte de la pena de dos años de prisión y la multa, el juzgado penal también prohibió a Milagros aproximarse a menos de 1.000 metros de la víctima y de su domicilio, trabajo o cualquier otro lugar que frecuentara, así como comunicarse con ella.

La jueza se sumó de este modo a la corriente de interpretación judicial (ahora consolidada) que impulsó en el 2006 el entonces fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, y que considera que los profesores de la red pública son agentes de la autoridad, igual que los policías, por lo que agredirles constituye un delito de atentado penado con la cárcel. Eso eleva la pena, pues de no calificarse estos hechos como atentado, la agresión es solo una falta de lesiones, que suele acarrear una simple multa.

De hecho, el caso se iba a tramitar como falta. Sin embargo, la abogada de la Generalitat insistió en que se juzgara como atentado.