Cuando llega este día instituido por la ONU en 1975, no hay articulista o presentador radiofónico y televisivo que no comience su comentario con el consabido «lamentablemente un año más debemos celebrar el Día de la Mujer Trabajadora, bla-bla-bla…». Sin embargo, mañana todo se habrá olvidado y volveremos a lo de siempre. Todavía la igualdad es una quimera, y poco se trabaja para conseguirla.

En el ámbito de mi experiencia evaluando aptitudes en el examen del carné de conducir durante 35 años, en este día tan especial para algunos, me sumo a lo que dijo la fallecida Primera Ministra Israelí, abanderada de la mujer, Golda Meir: «no puedo decir si las mujeres son mejores que los hombres, sin embargo, si puedo decir sin dudar que no son peores».

De siempre, el mundo que rodea el automóvil ha creado un halo interesado y artificial de escepticismo en torno a la mujer conductora. Sin embargo, el tiempo está dejando clara esta cuestión. La mujer conductora lo es después de superar una prueba teórica en la que, por cierto, obtiene mejores resultados que los hombres, y otra práctica idéntica para todos.

Luego, con la tarjeta en el bolsillo, las mujeres no son ni peores ni mejores conductoras, como no lo son cocineras, mecánicas, periodistas o empresarias.

Lo realmente curioso y sorprendente es el que aún haya alguien que dude en nuestros días de esta evidencia. Distinto es el sentido en una tarea concreta. Cualquier padre puede cambiar el pañal a sus hijos, pero normalmente la madre aplicará a esta tarea un toque especial, un sentido difícil de ejecutar por el hombre. Cuestión ésta digna de estudios psicológicos o sociológicos.

En la conducción intervienen dos aspectos: Uno puramente mecánico, en el que generalmente no tiene por qué haber diferencias entre hombre y mujer, entre un blanco o un negro, o entre uno de Badajoz o de Cáceres. Otro es el comportamiento. Aquí si que hay diferencias, pero entre una persona formada y otra incívica. Entre un novato y un experto, entre un apacible y un iracundo, probablemente en su conjunto, entre un hombre y una mujer.

En la sociedad actual y, a pesar de que se nos llene la boca de lo contrario y celebremos año tras año este día, todavía la educación entre barones y hembras, se diga lo que se diga, sigue siendo diferente. Desde muñeca niña, coche niño, hasta el mundo de la moda, pasando por ciertos estereotipos difíciles de erradicar.

Subido en la atalaya del asiento trasero del coche de autoescuela, pude corroborar en miles de exámenes que el hombre es más agresivo, más impaciente, más vehemente, y esto se refleja en todos los actos de su vida, incluida la conducción. Por el contrario, la mujer es más reflexiva, cumplidora, prudente e incluso tímida.

Con la seguridad de haber molestado a conductores y conductoras, defiendo a ultranza todos los días del año la igualdad entre el hombre y la mujer conductora, eso sí, reivindicando siempre una convivencia basada en la buena educación, la cortesía y el sentido común al volante, para hacer un tráfico más seguro y cordial, sin añejos y ridículos tópicos.

A pesar de que se tenga que celebrar este día, ¡felicidades, damas.