Decenas de miles de personas brindaron una fervorosa acogida al Papa Juan Pablo II que "como un peregrino entre los peregrinos" y "un enfermo entre los enfermos" viajó ayer a Lourdes (sur de Francia) para una visita de dos días al santuario mariano en conmemoración del 150 aniversario del dogma de la Inmaculada Concepción.

Veintiún años después de su primera visita, en agosto de 1983, el Pontífice, de 84 años de edad, llegó a Lourdes poco después del mediodía, tras ser recibido en el cercano aeropuerto de Tarbes por el presidente francés, Jacques Chirac, y su esposa, Bernadette, que se arrodilló al saludarle. Una vez vividos los habituales discursos de bienvenida el Papa se trasladó a la Gruta donde la Virgen se apareció a la niña Bernadette Soubirous en 1858.

Aunque se encontraba al borde del agotamiento el Papa quiso arrodillarse ante la imagen milagrosa pero tuvo que ser asistido para sentarse de nuevo en la silla de ruedas especial en la que se desplaza habitualmente. Con todo rezó el Angelus pero tuvo que dejar a un prelado la lectura del breve discurso.

"Volviendo a la gruta de Massabielle deseo expresar mi primer saludo a los enfermos. Estoy con vosotros, como un peregrino más ante la Virgen. Comparto con vosotros un tiempo de la vida marcado por el sufrimiento físico, pero no por ello menos fecundo en el proyecto extraordinario de Dios", dijo.

MIENTRAS DIOS QUIERA El Pontífice respondió, de manera indirecta, a quienes afirman que debido a sus enfermedades debería renunciar de forma voluntaria al Papado: "Siempre he puesto gran confianza en mi ministerio apostólico, en la ofrenda, en la plegaria y en el sacrificio de cuantos sufren", señaló.

El Papa ha reiterado en ocasiones que se mantendrá al frente de la Iglesia mientras Dios quiera. Lo dijo recientemente: "Rezaré de manera silenciosa en la gruta y llevaré (a María) los agradecimientos y súplicas de toda la Iglesia y del mundo entero, que sólo en Dios pueden encontrar la paz y la salvación".

Ayer, rezó en silencio pero rodeado por decenas de miles de personas, muchas de ellas enfermas, procedentes de toda Francia, España, Italia, Portugal, Alemania y otros países europeos. Como un enfermo más, bebió el agua "milagrosa" del manantial que la Virgen hizo brotar tras aparecerse a Bernadette en 1858. Después, ofreció a la Virgen la Rosa de Oro, un ramillete de cuatro rosas en oro dentro de un florero de plata.

Las autoridades, que esperaban la asistencia a la zona de entre 300.000 y 400.000 personas, pusieron en marcha un dispositivo de protección que incluye el despliegue de radares --un avión radar Awacs sobrevuela la zona-- para controlar el vuelo de cualquier artefacto en un radio de una veintena de kilómetros, y misiles tierra-aire Crotale en las localidades de Julos y Bartres.

En las calles dominaba la efervescencia, algunos se levantaron al alba para ocupar los mejores puestos en el recorrido que el Pontífice hizno en el Papamóvil En las calles decoradas con banderines del Vaticano la multitud hablaba varias lenguas y ofrecía una confusión de culturas, unidos en la misma emoción ante el "coraje" del Papa enfermo.