Media un abismo entre la tranquilidad bucólica del cámping de Els Alfacs, su aspecto de lugar para el descanso, la invitación implícita contenida en la sombra de sus pinos, en las olas que se depositan en la playa --tímidas, como en un lago-- y la terrible imagen, en el extremo opuesto del arco, que brinda internet: un lugar de muerte y destrucción. Es el mismo sitio, pero los automatismos de Google se aferran a la foto de 1978, la explosión de un camión cisterna, los 243 muertos, la tragedia, y obvian que han pasado 35 años y que Els Alfacs no es más que otro cámping agradable junto al Ebro, un sitio normal donde la gente no muere, al contrario. Dos operarios aprovechan estos días el cierre por temporada baja para hacer algunos arreglos. En la entrada, una nota escrita a mano emplaza a los campistas a regresar en abril.

El sesgo, naturalmente, irrita a la propiedad del cámping, no cae bien entre las autoridades de los pueblos aledaños y molesta en menor o mayor medida a los vecinos, la población local. Google es rey de algo y nadie quiere tener mala reputación allí, en sus páginas virtuales: ni los individuos, ni las empresas, ni, ahora, los pueblos. Si tenemos en cuenta que la verdad está en la variedad, y que todo tiene una definición plural, lo que hace Google claramente es distorsionar", dice Francisco Canals, director de la consultora Identidad Legítima y responsable de un estudio sobre el tema. "En un momento dado el lugar fue famoso por eso, sin duda, es un dato objetivo, pero el tiempo no pasa en internet, la noticia sigue saliendo en el top 10 e impide que los internautas visualicen los valores y aspectos positivos".

Mari Carmen Macià es la propietaria de Els Alfacs. Era una niña cuando tuvo lugar la tragedia ("ya trabajaba allí entonces"), y ahora, tantos años después, que siga siendo la misma vieja noticia lo primero que aparece en Google le parece simplemente injusto. "Muy injusto". De modo que hace unos años intentó lo que nadie intenta: denunciar a la empresa para forzarla a modificar sus contenidos. "El juez de Amposta le dio trámite, pero cuando la demanda llegó a Tarragona la desestimaron". La lucha, en la práctica, ni siquiera llegó a entablarse, y la desazón que le produjo la fallida declaración de guerra tiene un trasunto zoológico, de ley de la selva, donde gana siempre el más feroz. "Una hormiga no puede luchar contra un elefante".

UNA CAMPAÑA DE IMAGEN De una pequeña glorieta en la carretera que une Alcanar y Sant Carles de la Ràpita se desprende la entrada al cámping, decorada con motivos acuáticos y tropicales. Los dos municipios cuentan: Els Alfacs está en el término municipal del primero, pero siempre, por proximidad, ha sido asociado al segundo. "No sé si es injusto, pero desde luego no es como me gustaría que fuera", dice el alcalde de Sant Carles, Joan Masdéu. "Lo que debería salir en Google son informaciones sobre la variedad de especies marinas, la fauna, la tranquilidad, la abadía y el puerto natural, no sobre un accidente de hace 35 años". Recuerda que el pueblo sintió en su día la tragedia como suya, y dice ser consciente de la importancia de una buena reputación en internet, pero también recuerda que no es su término municipal: "No estamos metidos en una campaña de defensa a ultranza de la marca Els Alfacs entre otras cosas porque no es competencia nuestra. Forma parte de Alcanar".

Unos 12 kilómetros al sur, en Alcanar, ocurre algo googletonamente singular: el tema de internet, de la reputación, de Els Alfacs, todo eso ha resucitado en las últimas semanas por culpa de otro miedo, más actual, que también compromete el buen nombre del pueblo: el almacén de gas Castor. "Ahora en Google pones Alcanar y algunos días te pueden salir noticias del Castor, y eso está removiendo la mala experiencia que hemos tenido con Els Alfacs", explica Mercè Fischer, concejala de Turismo del municipio. La consciencia del poder omnímodo de Google, así como de la necesidad de caerle bien, ha convertido el informe de seguridad prometido por las autoridades en algo más que una garantía per se: es el documento con el que esperan impresionar al buscador. "Cuando tengamos ese informe vamos a poner en marcha una campaña, primero para trasladar un mensaje de seguridad, que explique que somos un territorio seguro, y después una imagen de tranquilidad. Si apareces en los medios vas directamente a Google, y así reviertes la dinámica".

ROTACION DE CONTENIDOS Quien dice Els Alfacs dice Puerto Hurraco, Alcàsser, El Salobral, Fago, la lista larga o corta según se mire de pueblos españoles marcados por la tragedia; tienen en común la desgracia, siempre en algunas de sus más retorcidas formas, la mala fama en internet y el hecho, rebatible pero solo hasta cierto punto, de que nunca más ha vuelto a ocurrir nada allí. "Las grandes marcas municipales, Barcelona o Madrid, no tienen ese problema, porque se habla tanto de ellas en internet y se escribe tanto de ellas que hay una rotación constante de contenidos", dice Canals. Por supuesto que la desgracia ha tocado a Barcelona, pero no es la matanza de Hipercor lo primero que sale en internet. Fago, en cambio, el pequeño pueblo de 30 habitantes del Pirineo aragonés, no era nada más que un destino de montaña para unos pocos hasta que a alguien le dio por matar al alcalde, y desde entonces no es nada más que eso. Al menos en Google.

"El municipio es una marca a gestionar --dice Canals--. Debe atraer turismo e inversiones, y se debe preservar. Las empresas hace tiempo que pagan por la gestión de su reputación en internet, y esto llegará tarde o temprano a los municipios. El prestigio de un pueblo ha pasado de estar en manos del alcalde a estar en las de Google".