Alex vive en el barrio del Junquillo desde hace poco más de dos años. Amplias avenidas, nuevos edificios y espectaculares vistas a la dehesa caracterizan esta zona en expansión donde ya se cuida de una segunda generación: la de los hijos que comienzan a llegar al mundo. "Llevamos dos días confinados y el aburrimiento empieza a hacer mella en los pequeños", explica. Seguramente por eso, a las doce y media su vecino de la calle Amapola ha sacado al balcón un altavoz y un micrófono y al ritmo de las canciones de los payasos de la tele ha amenizado la cuarentena a los muchachos.

Otro de sus vecinos, Juan, ha ido a comprar el pan. Al llegar a casa se ha vuelto a lavar las manos y la cara. "Intentamos hacer cosillas, pero nuestros hijos tienen mucha energía y vitalidad, y aunque tenemos juegos de mesa, el pequeño, Eduardo, necesita mucho movimiento, así que él se ha puesto en una puerta del pasillo y yo en la otra y hemos echado un partido de balonmano".

Al lado vive Clara. Ella y su marido tienen una casa en el campo. Debían trasladarse a ella para revisar que todo estuviera en orden. "Estamos aquí tranquilitos, no salimos del recinto, pero estamos asustados porque nos están mandando fotos y diciendo que están poniendo multas si no se sale con fines justificados. Entiendo que esta es nuestra segunda residencia y no hemos cometido una negligencia. Estamos mentalizándonos. Escuchamos música, estudiamos, charlamos… Pero nos sentimos preocupados. Espero que tengamos resistencia y que estemos muy unidos. Estas cosas te hacen ver que en este mundo la vida vale poco".

En otro barrio, el del Eroski, Josefa, con 76 años, se ha levantado temprano y ha conectado con la misa de La 2. "Me gusta ir los domingos a Fátima, allí suelo encender una velita para pedir por todos mis familiares y amigos. No he podido hacer la rutina, así que he optado por la tele".

Otro vecino de la zona, Francisco Manuel Manzano, como todos los domingos se ha levantado a las ocho y cuarto de la mañana. Por desgracia no ha podido participar en la pachanga de fútbol con sus colegas, como hace cada semana. Lo que no ha cambiado es sacar a Luna, su perra, comprar el pan y El Periódico Extremadura. "En la multitienda estaba agotado, pienso que por esto del coronavirus la venta de diarios se anima, además los domingos vienen los crucigramas", explica Francisco. "Al final me he ido a un estanco y he conseguido un ejemplar".

Él trata de cumplir las instrucciones a rajatabla. Con su mascota realiza paseos cortos y en solitario, evita áreas donde haya mucha gente y guarda las distancias de seguridad con otros dueños de perros en la vía pública. El resto del día lo dedicará a realizar tareas del hogar, hacer sudokus y ver partidos de baloncesto.

Más abajo, en San Francisco, Patricia Chacón ha abierto habitualmente su multitienda El Puente. Es de Ecuador, pero lleva en Cáceres 23 años. Regenta este negocio desde hace casi dos. Tiene alimentación, fruta, verdura y droguería. En la puerta un cartel avisa: "Nos hemos visto obligados por el Excelentísimo Ayuntamiento de Cáceres a que metamos la fruta y la verdura dentro de la tienda". Hoy la clientela ha comenzado a llegar a las nueve y media. Pero la afluencia es menor porque la mayor curva de ventas se produjo ayer . "Se nota que la gente está pasando el día en casa". Patricia no tiene miedo: porta mascarilla, guantes y utiliza gel desinfectante, que por cierto se ha agotado. "No pensábamos que iba a pasar esto", confiesa.

Patricia Chacón en la multitienda El Puente en San Francisco / EL PERIÓDICO

La situación generada ha hecho crecer en Cáceres el servicio a domicilio. La tienda de Patricia también lo presta. Basta con marcar el 633454812. "Es un barrio de gente mayor y queremos colaborar y ayudar en todo lo que podamos".

Entretanto, Francisco ya ha terminado su paseo con Luna. "Por favor, que no abandonen a las mascotas", avisa el cacereño consciente de que ellas son ya víctimas colaterales de esta pandemia que azota al mundo.