Nardito fue un toro de gran nobleza y desbordante clase, que llevaba el hierro de Paladé y tuvo la gran suerte de caer en las manos de Emilio de Justo. No prometía mucho el animal en los dos primeros tercios pero sacó su buen fondo para lucir su enclasada embestida y regalar al torero, y a los aficionados que tuvimos la dicha de presenciar esa faena, rotunda y muy personal, momentos de los que dan sentido al buen toreo.

Tal vez pasarían por la cabeza de Emilio de Justo los años oscuros en los que sólo la fe en sí mismo, la perseverancia, el no desfallecer, le ha llevado a esta felicidad actual, consagrado ya como figura del toreo. A sus 36 años, sí, pero el buen toreo no entiende de edades y sí de sensibilidad. La misma que nunca le ha faltado a este artista. Y tampoco la personalidad, el toreo que brota inspirado y no es mecánico. Bien por Emilio de Justo, que ayer dio en Madrid un aldabonazo de lo que quiere que sea su temporada.

Saltó Nardito al ruedo en sexto lugar y parecía en el capote de Emilio de Justo que le pesaban los más de seiscientos kilos que dio en la báscula. Protestado, arrastraba los cuartos traseros.

Brindis de Emilio al público, el animal mostró en los primeros compases de la faena su buen son. Pases abarcando toda la embestida por el pitón derecho, pronto el trasteo tomó vuelo porque los muletazos eran largos y profundos, ligados, con un acusado sentido estético. Esplendidos los forzados de pecho. Siguió De Justo con la mano zurda y hubo varios naturales a camara lenta, toreo de mucha expresión, de regusto y sentimiento. Allí estaba un torero en plena madurez, que puso la guinda en tres naturales a pies juntos antes de cobrar una buena estocada. Dos orejas y salida a hombros ante un público entregado.

Previamente a ese toro sorteó Emilio de Justo uno de Puerto de San Lorenzo y otro de Victorino Martin. Largo, abrochado de pitones el que hizo segundo, al que toreó el paisano con el capote con primor. Sabroso el recibo, rodilla genuflexa, la media verónica y el remate soltando el capote tuvieron enjundia. Galleo por chicuelinas muy apludido, garboso Emilio. Toro que si bien tenía fijeza, tardeaba y embestía rebrincado.

Brindis a Emilio Sánchez Barrado, médico placentino y toda una institución. Buen inicio llevaba De Justo al astado por abajo pero pronto el burel comenzó a defenderse, le faltaba el tranco final, lo que el diestro medio tapó.

De muy finas hechuras el cuarto, un victorino que de salida remató abajo en los burladeros. Buena señal pero no se dejó torear con el capote y pronto comenzó a enterarse de lo que dejaba atrás. Fue el único que tomó dos puyazos y con él hizo el esfuerzo el de Torrejoncillo, que estuvo en dos ocasiones a su merced en el albero, y sin poder brillar.

Pero el toro más completo de la corrida fue el tercero, un victorino de nombre Morisco, que además de hacer una más que aceptable pelea en el caballo lució lo mejor de este encaste: una embestida humillada con una entrega imposible de igualar.

No era Morisco muy aparatoso por delante, más en Santa Coloma que en Saltillo, que son las dos sangres que dieron lugar a Albaserrada.

Brindis a Santiago Abascal, a El Cid le faltó sosiego y quietud. Más que torear, el sevillano daba pases, le costaba llevar al encastado animal hasta el final y le perdía pasos. Un toro al que había que enganchar y llevar. Alguna serie con la diestra aceptable pero en esa faena hubo dudas y desigualdades, con dos desarmes que apagaron al público.

Antes abrió plaza un toro de Puerto de San Lorenzo, abanto de salida, lo que es consustancial al encaste Atanasio-Lisardo. De dulce embestida, tenía tendencia a irse de los capotes.

Brindó El Cid al público, en la faena no hubo ni ajuste ni quietud. El toreo tiene una geometría en cuanto a colocación, embarcar al animal, acople en el embroque y remate, que no es la de El Cid.

Astiblanco el quinto y abrochado de pitones, de Parladé, no se empleó en el capote de El Cid. Brindis al público, inició el trasteo desde los medios, galopón el toro, con clase, pero iba él más que lo llevaba el torero. Dos series con ese planteamiento. Mas soso el animal cuando lo tomó al natural y más al hilo del pitón el torero. Faena anodina.

Emilio de Justo dio ayer cuenta de su dimensión como torero largo, que puede con todo tipo de toros y que es capaz de hacer un toreo de clase y personalidad.