Los países industrializados y algunas potencias emergentes han anunciado en los últimos meses unos objetivos para limitar sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) a medio plazo, pero ni en el caso más favorable, ni en la ambiciosa propuesta presentada por la Unión Europea, las reducciones bastarían para evitar que el calentamiento global llegara hasta límites peligrosos. No lo dicen los ecologistas. Es el IPCC, el grupo de expertos de la ONU en cambio climático, quien considera indispensable un esfuerzo suplementario y, además, veloz. Claro está que las negociaciones no se han cerrado. Para eso está la cumbre del clima de Barcelona, que se inaugura hoy, y la de Copenhague.

Barcelona acoge hasta el viernes la última reunión preparatoria antes de la trascendental cumbre de Copenhague, en diciembre, que debe alumbrar un nuevo tratado para limitar la producción de CO2 y otros gases responsables del efecto invernadero en el periodo 2012-2020. El nuevo protocolo de Kioto, en definitiva. Todas las delegaciones nacionales --en Barcelona habrá 180-- presionan para lograr un acuerdo que les resulte satisfactorio, y es entonces cuando las negociaciones se convierten en puras finanzas: costes de mitigación, ayudas financieras... Sin dinero no habrá acuerdo.

TOPE: DOS GRADOS La UE, el Banco Mundial y el Informe Stern, entre otros, consideran que la Tierra puede asumir sin letales consecuencias un aumento de la temperatura media de dos grados con respecto a los niveles preindustriales, anteriores a 1850. A partir de esa cifra simbólica, los desastres se multiplicarán y su mitigación será más ardua y costosa.

Las temperaturas ya han aumentado 0,8 grados y, debido a las inercias atmosféricas, es seguro un aumento suplementario de 0,5 grados más, por lo que el margen de maniobra es escaso. "Cuanto más se tarde en enderezar el rumbo, más fuerte tendrá que ser el esfuerzo posterior", asegura Raquel Montón, especialista en cambio climático de Greenpeace.

Si se pretende que la temperatura no rebase los citados dos grados, el IPCC sostiene que la densidad de CO2 en la atmósfera no debería superar las 450 partes por millón (ppm). El problema es que el nivel actual es de 396 ppm y fácilmente se llegará a 450 ppm en una década.

Las emisiones mundiales de CO2 deberían bajar en el 2020 al nivel de 1990. Y los países industrializados, grandes responsables del problema deberían emitir entre un 25% y un 40% menos, puesto que los países en desarrollo van a seguir creciendo.

La UE se ha comprometido a reducir sus emisiones un 20% en el 2020 y está dispuesta a llegar al 30% si se suman todas las potencias industriales. Japón y Australia han anunciado recortes del 25% y el 20%, respectivamente, en el mismo periodo. La pequeña Noruega, la más ambiciosa, propone un 40%. EEUU apela a esfuerzos a largo plazo, pero su anuncio actual es una reducción del 17% con respecto al 2005.

DESCENSO DEL 20% Los esfuerzos de los ricos supondrían, como mucho, una reducción del 20% con respecto a 1990. Lo peor del cambio climático se demoraría, pero no desaparecería.

En cuanto a las potencias en desarrollo, la ONU les emplaza a moderar la curva de crecimiento, aunque la cantidad exacta estará vinculada a ayudas.