Dejar a un lado la rutina y tomarse unos días de relax estival le sienta bien a cualquiera. Pero el hecho de desprenderse de ciertas responsabilidades y, sobre todo, el de pasar más horas de lo habitual con la nevera a la vista, puede hacer que las vacaciones le sienten incluso demasiado bien al cuerpo. La doctora y nutricionista Montserrat Folch presenta a los lectores de EL PERIODICO fáciles consejos para vestir la nevera de color y salud, y evitar así que la distensión de las vacaciones haga olvidar la dieta saludable.

El elemento imprescindible en una nevera veraniega es, como no podía ser de otra forma, el agua. Además de hidratar, el agua fría aporta un atractivo plus. ¿Sabía que bebiendo agua de la nevera está consumiendo un extra de energía? No hay truco: el cuerpo ha de adaptar la temperatura del agua a la suya (mucho más caliente), y en ese empeño se consume alguna que otra caloría. Además, si se engaña al cuerpo con agua se evita pecar acudiendo a otros alimentos menos saludables. El agua no aporta ninguna caloría, pero es muy necesaria para poder realizar distintas funciones, como asimilar nutrientes, disolver desechos, eliminar toxinas, regular la temperatura corporal y conservar la salud de la piel y los tejidos óseo y muscular.

Pero no solo de agua vive la nevera del veraneante. La cerveza, además de dar un toque de alegría, es una bebida saludable. Aporta hidratos de carbono, minerales, vitamina B y proteínas.

Vitamina A para la piel

El tercer básico del verano es la fruta. Las fresas, el melón, el mango, los albaricoques, las cerezas y el melocotón potencian la estimulación de melanina, responsable del bronceado de la piel, por su alto contenido en vitamina A y C. Tampoco puede faltar en la nevera una buena jarra de gazpacho: sacia la sed, alimenta, y evita caer en tentaciones más insanas.

Las proteínas pueden entrar en este frigorífico en forma de marisco, ya que aporta calcio, magnesio, fósforo y hierro.