TMtira, Apolonia, la calidad de un sistema democrático se mide por la capacidad de las personas para informarse y emitir un juicio crítico. De qué sirve la libertad de expresión, si no se tiene acceso a la información, y de qué sirven todos los medios a tu alcance, si no puedes opinar con la base sólida que da la lectura comprensiva. La prueba de que los libros son objetos revolucionarios es que la mayoría de los dictadores ha intentado controlarlos. Desde la Edad Media a Hitler , en extraña paradoja, las hogueras han servido para apagar cualquier rescoldo de pensamiento crítico. Aquí también hemos sido expertos en el fuego, en los índices de libros prohibidos, y en la censura del lápiz rojo y el nihil obstat. Pero ahora vivimos en democracia, y la prensa, la radio, la televisión, internet y los libros están ahí, al alcance de cualquiera. El problema es que expresar un juicio crítico conlleva un esfuerzo anterior que casi nadie está dispuesto a emprender, es mucho mejor opinar a tontas y a locas, vociferar, echarse a la calle en defensa de unos derechos que apenas hemos leído. Que lean otros, que para eso están, para seguirlos en las manifestaciones y sostener sus pancartas. No a Polonia, gritan los estudiantes. Nos van a quitar las becas. No Apolonia. No a Bolonia. Emociona ver a los estudiantes movilizarse por algo, echarse a la calle en defensa de la educación. Pero emocionaría más que se informaran antes de contra qué están protestando, que no se dejaran manipular. No se puede ir por la vida sin la lectura, sin el conocimiento de los medios de comunicación. Te pongas como te pongas, no se puede, no, Apolonia.