Solo su nombre y su tez rosada delatan que su nacionalidad no se corresponde con la del país que absorbe buena parte de su dedicación profesional e intelectual. Conoce la historia contemporánea de España a un nivel al que pocos españoles llegan y su manejo del castellano, claro, fluido y sin apenas tintineos anglosajones, casi podrían hacerle pasar por salmantino, madrileño, toledano o incluso extremeño.

Paul Preston (nacido en Liverpool --Inglaterra-- en 1946) es en estos momentos uno de los historiadores e hispanistas más leídos y populares del mundo. Sus incursiones en la historia de España han dado lugar a títulos como Franco: Caudillo de España (1994), La política de la venganza: el fascismo y el militarismo en la España del siglo XX (1997), Las tres Españas del 36 (2001), Juan Carlos: el Rey de un pueblo (2003), Idealistas bajo las balas (2007) o El gran manipulador. La mentira cotidiana de Franco (2008), títulos que delatan a un investigador muy crítico con el franquismo, admirador del proceso de democratización del país y connivente con la monarquía borbónica.

Y es ese conocimiento del pasado el que le permite hablar con preocupación del presente y del futuro, no del país, sino del conjunto de Europa. "Estamos ante un problema de dimensiones colosales", comenta al referirse a la Unión Europea, tema que le trae estos días a Extremadura para asistir a los diversos actos con motivo de la entrega del Premio Carlos V de la Academia Europea de Yuste. Bajo su punto de vista, las diferencias conceptuales y culturales entre los estados miembros aún son demasiado fuertes como para conseguir un ámbito comunitario sólido más allá del euro y las instituciones políticas. "Es un trabajo que nos llevará décadas", apunta.

El temor de Reino Unido

"Cada país tiene un concepto diferente de Europa. En España la UE significaba y significa alejarse del franquismo, consolidar la democracia y una gran ayuda económica para el crecimiento; en Inglaterra, por ejemplo, se ve como una posible opción política, pero no económica, y así en cada país. Son esas diferencias las que provocan todos los problemas de identidad que no permiten llegar a una Europa realmente unida", observa este británico de aire sobrio, gesto hierático, aficionado al Everton --el equipo rival del todopoderoso Liverpool-- y que explica el rechazo de Irlanda al Tratado de Lisboa y las reticencias inglesas a la UE por "el temor a que dé lugar a un dominio incontrolado, a un déficit de poder".

Por eso, Preston, que actualmente está inmiscuido en las investigaciones de su próxima obra, aún inconfesable, apuesta por iniciativas como la Academia Europea de Yuste, un órgano que a su juicio "dispone de gente de todos los países y cuenta con el suficiente prestigio" para ensamblar todas las diferencias que hoy alejan al viejo continente de la ansiada unidad política, civil, cultural y humana. "Pero todo eso llevará su tiempo".