En las navidades de 1937, un año y medio después de empezada la guerra civil, 200 cacereños fueron fusilados.

Ese episodio ha llevado a Julián Chaves, profesor de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura, a publicar su último libro, Tragedia y Represión en Navidad . La obra ha sido editada por la Diputación de Cáceres a través de la Institución Cultural el Brocense y fue presentada ayer por el presidente de la Diputación, Juan Andrés Tovar, en compañía de la vicepresidenta y diputada de Cultura, Silvia González.

Tovar recordó ayer que entre los 200 cacereños que perdieron la vida en apenas 21 días había personas relevantes de la política, como el alcalde de Cáceres Antonio Canales, "pero también jornaleros o padres de familia". En opinión del presidente de la diputación, con obras como ésta "se trata de saber de dónde venimos y a donde no queremos ir de nuevo" y destacó la importancia de recordar hechos como esos "no desde la ira, sino desde la justicia".

Pretexto

Julián Chaves señaló ayer que escribió el libro "porque esa tragedia no podía pasar desapercibida" y concibe su obra como "un homenaje a esas personas, que perdieron la vida de forma impune".

El libro de Chaves incide en el sinsentido de una medida como fusilar a 200 personas cuando la guerra ya llevaba un año y medio --la provincia estaba bajo control de Franco desde el 19 de julio de 1936--, en una zona de retaguardia que estaba tranquila y en unas fechas tan señaladas como la Navidad. El mismo día 25 de diciembre se fusiló a 25 personas.

El desencadenante de los hechos fue, según explicó el autor, la presencia en Cáceres de Máximo Calvo, un espía republicano. A Calvo se le intervino una lista con una serie de nombres y las autoridades franquistas argumentaron que la República estaba organizando un complot para retomar la ciudad.

El libro concluye que el complot no existía, pero se fusiló a quienes estaban en la lista y también a otros que no estaban. Como a Antonio Canales, alcalde de Cáceres, socialista y católico practicante, por el que llegó a interceder sin éxito el obispo para que no fuera fusilado. Chaves sostiene que la idea del complot se utilizó simplemente "como pretexto para desencadenar una rueda represiva".

El libro alude también a la situación de los familiares de los fusilados, que a la amargura de perder a alguien de esa forma, tuvieron que añadir el miedo por su propia vida durante años. Muchos de ellos han dado sus testimonios a Chaves.

El autor de Tragedia y Represión en Navidad cree que lo menos que puede hacer la ciudad en memoria de aquellas personas es erigirles un monumento.