El Instituto Karolinska de Estocolmo decidió ayer otorgar el premio Nobel de Medicina de este año al estadounidense Paul C. Lauterbur y al británico Peter Mansfield por su contribución al desarrollo de la resonancia magnética, una técnica de diagnóstico médico que permite ver con claridad el interior del cuerpo humano sin necesidad de intervención quirúrgica. El sistema, conocido con las siglas RM (o bien MRI, del inglés magnetic resonance imaging), empezó a utilizarse a finales de los 80 y hoy en día es una herramienta de diagnóstico extremadamente habitual. Ofrece tres grandes ventajas: es indoloro, es preciso y es inocuo.

El químico Lauterbur (Urbana, EEUU, 1929) y el físico Mansfield

(Nottingham, Gran Bretaña, 1933) se repartirán el galardón más prestigioso y mejor dotado del mundo (1,11 millones de euros, 185 millones de pesetas). Curiosamente, los tres últimos Nobel de Medicina han premiado ex aequo a investigadores norteamericanos y británicos.

Los laureados han contribuido con sus trabajos al desarrollo de la imagen por resonancia magnética, un paso esencial en la investigación de enfermedades y, sobre todo, en la realización de diagnósticos médicos, según destacó el Instituto Karolinska. La RM permite ver en dos o tres dimensiones las lesiones en órganos difíciles de analizar con otros medios, como el cerebro, la columna y las articulaciones.

PRINCIPIO FISICO

La RM se basa en un principio físico: los núcleos atómicos giran con una frecuencia que depende de la intensidad del campo magnético. Su energía puede ser incrementada absorbiendo ondas de radio de la misma frecuencia, que es lo que se llama resonancia. Y cuando los núcleos vuelven al nivel de energía previo, emiten las ondas de radio.

Este descubrimiento, como destaca el acta del jurado, no es nuevo y ya fue premiado con el Nobel de Física en 1952. Sin embargo, durante décadas sólo fue usado para el estudio de la estructura química de las sustancias. Fueron justamente los trabajos pioneros de los dos laureados, a principios de los 70, los que contribuyeron al futuro desarrollo de las aplicaciones médicas (muchas afecciones suponen una alteración en el contenido de agua y esto se refleja en la imagen obtenida). Su uso médico se aplicó por primera vez en 1987 y en el 2002 ya existían más de 22.000 aparatos y se realizan 60 millones de diagnósticos anuales.