TCtuando he visto el video de Ingrid Betancourt , secuestrada por la guerrilla colombiana hace cinco años, he revivido la impresión que me causó la novela de García Márquez , Noticia de un secuestro , en la que se describen las terribles condiciones en las que retienen a los secuestrados de las FARC.

Hace unos meses, uno de ellos logró huir después de ocho años y medio de cautividad, y sus declaraciones pusieron de manifiesto lo que García Márquez denunció en su novela hace ya más de diez años: las cadenas, el silencio, los traslados de un lado a otro en condiciones penosas, las enfermedades, las humillaciones, y el paso lento del tiempo. Un encierro inhumano, sin condena y sin juicio, que ha convertido una zona de la selva colombiana en una de las cárceles más crueles del mundo.

La imagen de Ingrid Betancourt, inmóvil, con las manos cruzadas, sin mirar a la cámara que capta esa prueba de vida con la que los secuestradores buscan no se sabe qué objetivos, impresiona no sólo porque refleja la sinrazón de estas situaciones, sino porque la candidata a la presidencia de Colombia, en el momento de su secuestro, se niega a participar en esa farsa. Y lo hace precisamente así, con esa quietud que tanto impresiona, con esa forma de decir que su libertad continúa perteneciéndole únicamente a ella, por muchas cadenas que le rodeen el cuello por la noche, por muchas cuerdas que se vean en sus muñecas, por mucha delgadez que grite su cuerpo.

Animo, Ingrid, hay mucha más dignidad sentada en esa silla, que la que tus carceleros podrán apresar nunca.